Evolucionismo-Antiespecismo (09/2021)


Siempre que mencionamos un “ismo” nuevo, es para peor. Teológicamente hablando todo puede y debe empeorar, y estos “pensadores” son la evidencia que nos acercamos a las postrimerías y a la parusía. 



El pensamiento anárquico, sin límite moral alguno, rápidamente se constituye en un cúmulo de absurdos razonamientos enfrentados al conocimiento y a la Verdad. Es sorprendente hasta dónde puede llegar la estupidez humana cuando negamos la existencia de Dios y del Orden Natural. 


En un absurdo hilo de especulaciones evolucionistas y antiespecistas, estos pensadores sostienen que, el origen de la vida es el resultado del azar cósmico y la diversidad de seres vivos se corresponde con la evolución de las especies. Para luego concluir que, el ser humano es solo un animal más del montón, cuando no el peor y el más salvaje de todos. Y ya en el colmo del delirio, se llega al absurdo de desear la muerte o el exterminio del “animal humano”, por encontrarlo culpable de los delitos de esclavizar y asesinar a otros animales. 

 

Evolucionismo 


Quienes apoyan la Teoría de la Evolución, o alguna de sus muchas variantes, suelen sostener que la combinación de indeterminadas substancias químicas inorgánicas bajo el influjo de indeterminadas condiciones climáticas y atmosféricas se constituyeron por un indeterminado tiempo en el ambiente propicio para la aparición espontanea de los primeros indeterminados seres vivos. Y que, desde allí en adelante, se comenzó a poblar el planeta con variaciones o mutaciones genéticas resultantes de la selección natural de las especies y/o adaptación al medio y/o supervivencia del más apto y/o del más fuerte. Concluyendo, por tanto, que como todos evolucionamos de la misma célula de origen, todos somos el producto de un “igualitarismo natural”, donde el ser humano nada tiene de especial, destacado o diferente respecto de cualquier otro organismo vivo con quien comparte el planeta. 


Es necesario destacar que la Teoría de la Evolución original de Darwin fue una especulación sobre como “evolucionaron” los seres vivos, pero no incluía explicación alguna sobre el origen de la vida. El observó “las adaptaciones o mutaciones” físicas o anatómicas de una misma especie en diferentes ambientes, elaboró su teoría de selección natural y supervivencia del más apto, y finalmente la extrapoló a una escala sideral para concluir que la existencia de las diferentes especies responde a las “transformaciones” de una especie en otra y que todas comparten el mismo origen, pero sin especificar, ni cómo ni dónde ni cuándo “apareció” la vida. Podríamos llamar a la teoría original de Darwin la evolución ascendente, desde el primer organismo vivo “para adelante”.  


Pero, fue durante la segunda mitad del siglo XX que se elaboró la teoría de la “Síntesis Evolutiva” que combina diferentes teorías de diferentes disciplinas científicas, “todas probables dada su razonabilidad”, pero ninguna probada científicamente.

 

Cuando se descubrió el ADN, rápidamente se lo identificó como el causante de las mutaciones y se elaboró la teoría de la “evolución molecular” (que aún no termina de convencer ni a propios y ni a ajenos, ya que algunos “biólogos evolucionistas” siguen sin aceptarla y la continúan discutiendo), y concurrentemente aparecieron los “bioquímicos evolucionistas”, que reutilizaron la también reciente “secuenciación de proteínas” para reforzar las especulaciones. Pero fue una tesis matemática la que realmente le dio soporte a las especulaciones con su teoría del “reloj molecular de la evolución” calculando los miles o millones de años de evolución necesarios entre una y otra especie según las diferencias de sus ADNs respectivos. No pudiendo encontrar fósiles que expliquen y demuestren las evoluciones o mutaciones, “el tiempo” se convirtió en la explicación “razonable” de lo inexplicable. Y dada la “aceptación científica” de la teoría, el entusiasmo los llevó a calcular la misma extrapolación de Darwin, pero para atrás, en forma descendente, llegando al absurdo de sostener la “transformación o evolución” de la nada a un organismo vivo.

 

Las “adaptaciones” dentro de la misma especie, pueden ser comprobadas desde los insectos, que se vuelven inmunes o resistentes a determinados pesticidas, hasta nosotros mismos, desde cambios postulares o de aspecto físico debido a las tareas de nuestro trabajo, hasta cambios fisiológicos debido al clima o a vivir en las alturas.

  

Pero las “transformaciones” de una especie en otra son algo diferente, no hay evidencia científica de ninguna transformación, son solo especulaciones de escritorio haciendo “dibujitos de animales intermedios imaginarios” y para defenderla, los filósofos y pensadores apelan a su “razonabilidad” y los científicos a manipulaciones genéticas de laboratorio, con nada de selección natural, claro.  


Y para continuar sosteniendo la evolución del hombre desde el mono, dado que la búsqueda del “eslabón perdido” ha sido abandonada y la “evolución lineal” del mono al hombre es una teoría caída en desuso, han desarrollado la teoría de la evolución en “ramas concurrentes”, mientras los simios evolucionaban en orangutanes, chimpancés, y/o neandertales (que también ahora sabemos que no son antepasados nuestros), concurrentemente una rama de ellos evolucionó en homo sapiens. “El hombre no es ni descendiente ni hermano de los simios, sino una especie de primo”. ¡Suerte con el nuevo relato “científico”! 

Creer que la inmensa variedad de seres vivientes y la fabulosa complejidad orgánica de cada uno de ellos es resultado de “la selección natural” o “evolución” o como quieran llamarlo, es una teoría tan fantástica como irracional que tomarla en serio es un insulto a la inteligencia. Y creer que el “azar” produjo de “forma única e irrepetible” una sopa (cuya fórmula enigmáticamente específica se cocinó en condiciones de tiempo y temperatura enigmáticamente precisos) donde “fortuitamente” se originó la vida, eso ya es demencial.  

Así como hoy en día los físicos sostienen la Teoría del Big Bang como origen del universo (en una microfracción de un segundo ocurrió una gigantesca explosión -a partir de una masa de energía concentrada en “el ojo de una aguja” hace 13.800 millones de años- que dio origen al universo, es decir a la masa, la luz y el tiempo) y algunos ya no dudan (ni tienen vergüenza de decirlo) y hablan de un Dios creador; del mismo modo, muchos biólogos han comenzado a sostener que la vida es consecuencia de un “Diseño Inteligente”, y algunos, ya no le dan más vueltas a la cuestión y también hablan de Dios. 


Para empezar, les recomiendo:


1. Douglas Axebiólogo molecular, sostiene en su libro: 

How Biology Confirms Our Intuition That Life Is Designed

Nada evoluciona a menos que ya exista, y la vida existente no pudo meramente evolucionar de lo que no es vivo” 

Y para demostrarlo se tomó la molestia de calcular la probabilidad.  

 

Al comienzo, la nota puede parecer excesivamente técnica, pero a medida que se avanza, su lectura se vuelve más amena (y un poco más comprensible para los ignorantes como yo).

Dejo un link con una reseña de su libro publicada en la página “quenotelacuenten” Ver aquí 

 

2. Germán Wille, periodista y profesor de comunicación social, publicó en La Nación:

Por qué la ciencia decidió abandonar la búsqueda del eslabón perdido”. 

Link para la ver la nota completa: Ver aquí. 

 

Antiespecismo 


Pitágoras y algunos otros griegos, 500 A.C. y 100 años antes que Aristóteles, creían en la reencarnación y hablaban de algo parecido, pero esta nueva ideología, que se hace llamar antiespecismo, tiene sus raíces en la filosofía dialéctica (Hegel, Marx), continua con los depravados delirios de la escuela de Frankfurt (Cusano, Adorno) y termina de formularse con los actuales Nibert, Singer (Harvard) y, principalmente, el filósofo marxista Marco Maurizi, (con su reciente “Más allá de la Naturaleza -Liberación animal, marxismo y teoría crítica-” del 2021). 


Y son sus mismos mentores quienes han reconocido que no es propiamente un pensamiento filosófico, ni tampoco científico, sino más bien un conjunto de “especulaciones políticas” (es decir, una ideología). Pero, veamos en detalle de que se trata. 


Continuando con las Teorías Evolucionistas, donde el hombre nada tiene de especial en el universo, afirman que “todos somos animales”, y entonces ya que nos hemos puesto más o menos de acuerdo en los “derechos humanos”, ahora debemos extenderlos a “todos” los animales por igual. Y aquí comienza el sofisma, tan ridículo que raya con la idiotez, construido para la lavar los dañados cerebros de fértiles esnobs que luego serán utilizados como soldaditos para afianzar la revolución anticristiana.

  

Los fanatismos generados a partir del “igualitarismo” marxista, (donde nada es diferente, discriminar -lo bueno de lo malo, lo lindo de lo feo, lo sano de lo enfermo, etc.- es un delito, y el orden y las jerarquías son factores de opresión), nos empujan a un raid por la mediocridad y la chatura, pero acá se les fue la mano, esto ya es digno de chaleco de fuerza. Sus esnobs sostenedores padecen algún tipo de trastorno que requiere tratamiento médico urgente, sostienen semejantes disparates excitados por lo novedoso y lo absurdo, como un científico loco en busca del elixir de la eterna juventud o como un alquimista buscando la piedra filosofal. La verdad es que si no fuera tan dañino nos movería a risa, pero estos locos son peligrosos. 


Para preparar esta ensalada, mezclando nociones erróneas sin fundamento, se requiere tener un pensamiento adolescente esquizofrénico y/o anárquico obsesivo, y ser muy bruto, claro. Es decir, se requiere de púberes intelectuales que, encandilados por una fraseología sentimentaloide, se dejen gobernar por el odio marxista y luchen contra las eternas e interminables opresiones y discriminaciones en defensa de una deformada moralina digna de un superhéroe de un comic. 


Partiendo del Evolucionismo, primero es necesario torcer hacia una mala interpretación aquello de que “todos somos animales”, hasta negar la existencia de la “persona humana”, ya que no hay una “naturaleza humana” diferente a la “naturaleza animal”, del mismo modo que la ideología de género niega la existencia de dos únicos sexos (varón y mujer) y permite que cada uno se autoperciba como se le dé la gana y obliga al resto de los mortales a mentirle y mentirse respetando el delirio ¡y andá a discutirle!  


Entonces, ya es posible trasponer y aplicar la condena al racismo y a toda discriminación entre los seres humanos, de igual forma a todos los animales. Para coronar el razonamiento con que si los animales (no humanos) son discriminados (como animales) seguramente también serán explotados (como los humanos en la sociedad capitalista) y viceversa. Son siempre los mismos y mil veces repetidos términos que el marxismo malentiende (discriminación, opresión e igualitarismo), pero ahora aplicados hasta la paranoia.  


Estimados, la “corriente filosófica moral-antiespecista” nos condena. Por llamar discriminativa y despectivamente “vaca” a la vaca, somos racistas; por ordeñarla, somos esclavizantes capitalistas explotadores; y por sacrificarla y comerla, bueno, somos inmorales de una superlativa categoría imposible de adjetivar, ni los genocidas nazi-fascistas se atrevieron a tanto. Y si nos comemos a la vaca, ¿por qué no nos comemos al perro o al gato? ¿o unos a otros?, “si todos somos iguales”, ¿acaso no nos hemos dado cuenta cual incivilizados somos? … Y créanme que la idiotez fruto de la ignorancia, no tiene límites. 


He aquí la burrada, con perdón del burro, claro. (extracto de https://www.animal-ethics.org/etica-animales-seccion/especismo/) 


El especismo es una forma de discriminación hacia quienes no pertenecen a determinada especie. 

 

La discriminación especista es tan habitual que […] los seres humanos explotan a los animales no humanos en el curso de la vida diaria, usándolos como recursos. Esto ocurre de varias maneras. Los animales no humanos son consumidos como comida, usados para vestimenta, atormentados y matados por diversión, explotados como fuerza de trabajo, y criados y matados para que partes de su cuerpo sean usados como materiales en cosméticos y otros productos de consumo. Son, básicamente, esclavos. 

 

Se piensa por lo general que solamente los seres humanos merecen plena consideración moral. Se considera aceptable a menudo dañar a un animal si supondrá algún beneficio para los seres humanos, con independencia de lo pequeño que sea ese beneficio. E incluso cuando se considera bueno ayudar a los humanos que lo necesitan, cuando un animal no humano necesita ayuda es a menudo dejado a su suerte. Esto ocurre en particular en el caso de los animales que viven en la naturaleza. 

 

Hoy en día el racismo y el sexismo son todavía defendidos por mucha gente. Sin embargo, muchas otras personas los rechazamos por tratarse de discriminaciones arbitrarias. La pregunta es: ¿cómo podemos oponernos al racismo y al sexismo, pero aceptar el especismo? 

 

No hay razón para justificar el especismo. A veces se sostiene que podemos discriminar a los animales no humanos simplemente porque no son seres humanos. Pero esto es meramente una circunstancia biológica, tal como nacer de un sexo o de otro, o con un cierto color de piel u otro. Es completamente arbitrario, y no puede justificar la discriminación. En ocasiones se dice que los seres humanos sienten mayor simpatía por otros de su misma especie que por los animales no humanos. Pero esto tampoco es una razón para justificar la discriminación contra los animales no humanos. Las personas xenófobas y racistas sienten mayor simpatía por ciertos seres humanos que por otros. Pero esto no justifica su actitud. 

 

¿Por qué la mayoría de seres humanos defiende la discriminación contra los animales no humanos? Las razones son simples. Primero, porque desde la niñez nos han enseñado que los animales de otras especies son seres inferiores que no merecen mucha consideración. Segundo, nos beneficiamos de la explotación de los animales no humanos, concretamente consumiendo sus cuerpos y fluidos como alimento. Por lo tanto, existe un interés por no cuestionar estos beneficios. Nuestras creencias hacen que parezca aceptable explotar otros animales y los beneficios que derivan de esta explotación motivan nuestras creencias. Es cómodo aceptar el conocimiento recibido de que otros animales son inferiores, y aceptar esto como algo “obvio”. Pero este punto de vista no puede justificarse. 

 

Es oportuno aquí hacer una salvedad, estos “filósofos antiespecistas” nada tienen que ver, y por supuesto tampoco comparten creencia alguna, con las culturas milenarias vegetarianas como por ejemplo la India. Estos pueblos creen en la reencarnación, y entonces, cualquier animal puede ser el destino de su próxima vida y en cualquier animal puede hoy estar reencarnado alguno de sus antepasados. 


El Antiespecismo desconoce las diferencias genéticas, biológicas, neuronales y claramente evidentes entre personas y animales, y con ello desconoce (y ¡desprecia!) la Jerarquía de la Persona Humana en el Orden Natural.  


Aún no se dio cuenta que el ser humano es el único que puede pensar (idioteces inclusive); que tiene la capacidad de planificar su futuro y trazar un camino de eventos, anticiparse a los cambios y “leer” entre líneas; que puede inclusive pensar todo esto desde la perspectiva de una tercera persona y puede saber que piensa otra persona; que puede adquirir conocimientos y trasmitirlos utilizando el lenguaje escrito u oral y/o los símbolos y/o las señas; que pueden diseñar, calcular, construir (y destruir); que pueden componer música y cantar, o esculpir o pintar; que son capaces de distinguir el bien del mal, y de amar, etc. Y por supuesto, tampoco se ha dado cuenta que nuestra naturaleza incluye un alma inmortal que desea reunirse con su creador.   


    

Conclusión 



Sobre algunos temas inexplicables podemos discutir hasta el cansancio, pero discutir que las personas humanas somos los mismo que cualquier animal, es una idiotez tan evidente que exacerba.


Para los creyentes: Dios amó tanto al hombre, que lo creo a su imagen y semejanza y creo el universo todo para que se sirva de él. Fue al único “animal” al que le sopló "aliento de vida” dotándolo de un alma inmortal libre capaz de conocerlo y amarlo, y es con el hombre que Dios quiere compartir su Amor por toda la eternidad. Y ni siquiera el hombre, cuando se creyó su propio dios y rehusó adorar a su creador en armonía con toda la creación, pudo con su Amor infinito. Fue entonces que nos entregó a su propio Hijo en cruenta pasión para redimir al hombre caído. 


Para los no creyentes: La inteligencia humana es capaz de encontrar las respuestas, se requiere razonamiento y poder de observación. Contemplando la creación llegamos a amar la belleza y nos conmovemos hasta las lágrimas, y eso que sentimos es su Presencia. Contemplando la diversidad de vida que nos rodea nos sorprendemos y nos maravillamos de cuan afortunados somos, y eso es obra de su Amor. 


Y creyentes o no, personas que simplemente no perdieron el sentido común, respetan, cuidan y aman a toda la creación, especialmente a todos los seres vivos, pero también al medio ambiente y los diferentes ecosistemas, son las mismas personas que pueden discernir claramente cuando algunos más allá de satisfacer necesidades, por negocio o por negligencia, se exceden con explotaciones dañinas o malos tratos.  


No debemos degradar los Derechos Humanos para nivelarlos hacia abajo. Los animales no tienen derechos simplemente porque no son sujetos que puedan cumplir con las obligaciones que los harían acreedores de esos derechos. Y esto nada tiene que ver con ser insensibles hacia otros seres vivos y/o irrespetuosos para con la creación toda. 


Está claro nuestro total rechazo al “nuevo orden anticristiano”, Y está claro que debemos ser muy cuidadosos de no caer inadvertidamente en adhesiones tramposas a algunos “ecologismos” basados en falsos humanismos con errores filosóficos (racionalismo o materialismo), cuando no, en simples herejías (inmanentismo o panteísmo). 



 

¡Qué Dios nos ayude a “pensar la patria”! 


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Anexos 

 

“... lo cierto es que, respecto de la Creación, el hombre no es ni enemigo (progresismo ecologista) ni dueño (liberalismo), sino parte y a la vez custodio de la obra de Dios, y de su uso conforme al fin para la que fue creada, que fue sustentarlo y darle una cobertura a sus necesidades vitales rectamente ordenadas, y a través de ella, dar a conocer a Dios”. 

Javier de Miguel 28-07-2019 

 

Todos somos responsables si “… la presencia de Dios se diluye en el consumismo y en los ‘vapores’ de un pensamiento único fruto de la mezcla de viejas y nuevas ideologías” 

No debemos convertirnos “... una agencia para distribuir las colonizaciones ideológicas de moda”. 

Francisco 22-09-2021 

 

La Creación 

(282) La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar. 

(283) La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las formas vivientes, la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores. Con Salomón, éstos pueden decir: "Fue él quien me concedió el conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura del mundo y las propiedades de los elementos [...] porque la que todo lo hizo, la Sabiduría, me lo enseñó". 

(284) El gran interés que despiertan a estas investigaciones está fuertemente estimulado por una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuando apareció el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser transcendente, inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal? ¿de dónde viene? ¿quién es responsable de él? ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal? 

(285) Desde sus comienzos, la fe cristiana se ha visto confrontada a respuestas distintas de las suyas sobre la cuestión de los orígenes. Así, en las religiones y culturas antiguas encontramos numerosos mitos referentes a los orígenes. Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es Dios, o que el devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo); otros han dicho que el mundo es una emanación necesaria de Dios, que brota de esta fuente y retorna a ella ; otros han afirmado incluso la existencia de dos principios eternos, el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha permanente (dualismo, maniqueísmo); según algunas de estas concepciones, el mundo (al menos el mundo material) sería malo, producto de una caída, y por tanto que se ha de rechazar y superar (gnosis); otros admiten que el mundo ha sido hecho por Dios, pero a la manera de un relojero que, una vez hecho, lo habría abandonado a él mismo (deísmo); otros, finalmente, no aceptan ningún origen transcendente del mundo, sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre (materialismo). Todas estas tentativas dan testimonio de la permanencia y de la universalidad de la cuestión de los orígenes. Esta búsqueda es inherente al hombre. 

(286) La inteligencia humana puede ciertamente encontrar por sí misma una respuesta a la cuestión de los orígenes. En efecto, la existencia de Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus obras gracias a la luz de la razón humana, aunque este conocimiento es con frecuencia oscurecido y desfigurado por el error. Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la razón para la justa inteligencia de esta verdad: "Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece". 

(287) La verdad en la creación es tan importante para toda la vida humana que Dios, en su ternura, quiso revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este respecto. Más allá del conocimiento natural que todo hombre puede tener del Creador, Dios reveló progresivamente a Israel el misterio de la creación. El que eligió a los patriarcas, el que hizo salir a Israel de Egipto y que, al escoger a Israel, lo creó y formó, se revela como aquel a quien pertenecen todos los pueblos de la tierra y la tierra entera, como el único Dios que "hizo el cielo y la tierra". 

(288) Así, la revelación de la creación es inseparable de la revelación y de la realización de la Alianza del Dios único, con su pueblo. La creación es revelada como el primer paso hacia esta Alianza, como el primero y universal testimonio del amor todopoderoso de Dios. Por eso, la verdad de la creación se expresa con un vigor creciente en el mensaje de los profetas, en la oración de los salmos y de la liturgia, en la reflexión de la sabiduría del pueblo elegido. 

(289) Entre todas las palabras de la sagrada Escritura sobre la creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación. Leídas a la luz de Cristo, en la unidad de la sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, estas palabras siguen siendo la fuente principal para la catequesis de los misterios del "comienzo": creación, caída, promesa de la salvación. 

(290) "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra": tres cosas se afirman en estas primeras palabras de la Escritura: el Dios eterno ha dado principio a todo lo que existe fuera de Él. Solo Él es creador (el verbo "crear" —en hebreo bara— tiene siempre por sujeto a Dios). La totalidad de lo que existe (expresada por la fórmula "el cielo y la tierra") depende de Aquel que le da el ser. 

(291) "En el principio existía el Verbo [...] y el Verbo era Dios [...] Todo fue hecho por él y sin él nada ha sido hecho". El Nuevo Testamento revela que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo amado. "En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra [...] todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo y todo tiene en él su consistencia". La fe de la Iglesia afirma también la acción creadora del Espíritu Santo: él es el "dador de vida", "el Espíritu Creador", la "Fuente de todo bien". 

(292) La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento, revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un Dios [...]: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría", "por el Hijo y el Espíritu", que son como "sus manos". La creación es la obra común de la Santísima Trinidad. 

(293) Es una verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no cesan de enseñar y de celebrar: "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios". Dios ha creado todas las cosas, explica san Buenaventura, "no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla". Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad: "Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas" Y el Concilio Vaticano I explica: 

El solo verdadero Dios, en su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por los bienes que otorga a sus criaturas, con libérrimo designio, justamente desde el comienzo del tiempo, creó de la nada una y otra criatura. 

(294) La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia": "Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios". El fin último de la creación es que Dios, «Creador de todos los seres, sea por fin "todo en todas las cosas", procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad». 

Dios crea por sabiduría y por amor 

(295) Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría. Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado". "¡Cuán numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría". "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras". 

Dios crea “de la nada” 

(296) Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear. La creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia divina. Dios crea libremente "de la nada": 

«¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere». 

(297) La fe en la creación "de la nada" está atestiguada en la Escritura como una verdad llena de promesa y de esperanza. Así la madre de los siete hijos macabeos los alienta al martirio: 

«Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes [...] Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia». 

(298) Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el Espíritu Santo dar la vida del alma a los pecadores creando en ellos un corazón puro, y la vida del cuerpo a los difuntos mediante la Resurrección. Él "da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean". Y puesto que, por su Palabra, pudo hacer resplandecer la luz en las tinieblas, puede también dar la luz de la fe a los que lo ignoran. 

Dios crea un mundo ordenado y bueno 

(299) Porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: "Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso". Creada en y por el Verbo eterno, "imagen del Dios invisible”, la creación está destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios, llamado a una relación personal con Dios. Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que Dios nos dice por su creación, ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el Creador y su obra. Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad ("Y vio Dios que era bueno [...] muy bueno". Porque la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la creación, comprendida la del mundo material. 

[…] 

El Hombre 

(355) "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó". El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a imagen de Dios"; en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material; es creado "hombre y mujer"; Dios lo estableció en la amistad con él. 

(356) De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su Creador"; es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma"; sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad: 

(357) Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar. 

(358) Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación: 

(359) "Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado": 

(360) Debido a la comunidad de origen, el género humano forma una unidad. Porque Dios "creó [...] de un solo principio, todo el linaje humano": 

(361) "Esta ley de solidaridad humana y de caridad, sin excluir la rica variedad de las personas, las culturas y los pueblos, nos asegura que todos los hombres son verdaderamente hermanos. 

(362) La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente". Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios. 

(363) A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana o toda la persona humana. Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre y de más valor en él, aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma" significa el principio espiritual en el hombre. 

(364) El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu: 

(365) La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza. 

(366) La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios —no es "producida" por los padres—, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final. 

(367) A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así san Pablo ruega para que nuestro "ser entero, el espíritu [...], el alma y el cuerpo" sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor. La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma. "Espíritu" significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural, y que su alma es capaz de ser sobreelevada gratuitamente a la comunión con Dios. 

(368) La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de "lo más profundo del ser" "en sus corazones", donde la persona se decide o no por Dios. 

 





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