
"Nuestra Patria argentina nació cristiana; nació cristiana con aquellos hombres que vinieron de España trayendo juntas la espada de los conquistadores y la Cruz de los misioneros, que iban a ganar un continente para el rey en cuyos dominios no se ponía el sol, pero que iban a ganar también un continente para Cristo.
Nuestra Patria nació cristiana con aquellos que le dieron la independencia, con aquellos que hicieron que nuestra bandera tuviera los colores del manto de la Virgen Inmaculada y que tuvieron a la Virgen como Señora de la Merced o como Señora del Carmen, como Patrona de los Ejércitos que nos dieron la libertad. Esos hombres como San Martín y Belgrano, que no se avergonzaban de llevar el Escapulario, de rezar el rosario enfrente a sus tropas. Esos fueron los que dieron origen a la Argentina".
Debemos oponernos incluso a los desvíos de quienes se creen católicos pero sostienen interpretaciones liberales, modernistas, progresistas e inmanentistas de la "opción preferencial por los pobres". Confunden todo y malinterpretan todo, trastocan el derecho a la propiedad privada, bastardean la justicia social e inventan una pseudo-teología "de la liberación". Se preocupan más por "las barriadas populares" que por la salvación de las almas. Son esclavos de la ideología marxista y serviles de la corrupción Kirchnerista ... y el cobarde silencio de los obispos ya es ofensivo, "que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no".

A todos aquellos que quieran enfermarnos, desde las ponzoñosas ideologías de los socialistas del siglo XXI hasta las idiotizantes propuestas del infantilismo progresista, a todos ellos, por favor, ¡no insistan!
A todos aquellos que saldrán "a combatir en las calles" a un gobierno que aún no comienza, desde la iletrada izquierda apátrida y traidora hasta la oportunista progre-con-osde camporista, a todos ellos, por favor, ¡no insistan!
Nosotros, los pecadores que vivimos avergonzados por nuestras faltas, que nos escondemos en la última fila de los templos, que no podemos sostener la mirada de los justos, que confiamos en el amor de Dios pero tememos su Justicia; nosotros, los que diariamente imploramos perdón y necesitamos hacer penitencia, no dudaremos ... una cristiada sería nuestro acto de contrición
"Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora,
y no quiero perder la ocasión. ¡Viva Cristo Rey!"
(San José Sánchez del Río - Santo Mártir de 14 años de edad, torturado y ejecutado)
Cristo ya ha triunfado sobre la muerte y esperamos su venida gloriosa para instaurar su Reino definitivo y sin fin, la tierra "será alumbrada por la luz que sale del trono de Dios y del Cordero”. Y el mal será definitivamente derrotado y sus seguidores: “arrojados a las tinieblas exteriores”.
Pero mientras tanto, nosotros debemos trabajar para "Instaurar todo en Cristo” (San Pío X).
Trabajar para que Cristo reine en cada alma e impregne nuestras inteligencias y nuestras acciones.
Trabajar para que reine en las familias y en la educación, en la cultura y en lo social, en la justicia, en la economía y en la política.
Quizás, Dios sólo espera que nos persigan y "fracasemos", como Cristo "fracasó" en la Cruz.
"No nos pedirán cuentas de las batallas ganadas,
sino de las cicatrices de la lucha"
Cristo Rey
Ergo Rex ex Tu? -Tu dixisti... Sed
Regnum meum non est de hoc mundo.
Joan. XVIII. 33-36
El año 1925, accediendo a una solicitud firmada por más de ochocientos, el Papa Pío XI instituyó para toda la Iglesia la festividad de Cristo Rey, fijada en el último domingo del mes de octubre (Vat. II la mudó a noviembre). Esta nueva invocación de Cristo, nueva y sin embargo tan antigua como la Iglesia, tuvo muy pronto sus mártires, en la persecución que la masonería y el judaísmo desataron en Méjico, con la ayuda de un imperialismo extranjero: sacerdotes, soldados, jóvenes de Accion Católica y aun mujeres que murieron al grito de “!Viva Cristo Rey!".
Esta proclamación del poder de Cristo sobre las naciones se hacía contra el llamado liberalismo. El liberalismo es una peligrosa herejía moderna que proclama la libertad y toma su nombre de ella. La libertad es un gran bien que, como todos los grandes bienes, solo Dios puede dar; y el liberalismo lo busca fuera de Dios; y de ese modo solo llega a falsificaciones de la libertad. Liberales fueron los que en el pasado siglo rompieron con la Iglesia, maltrataron al Papa y quisieron edificar naciones sin contar con Cristo. Son hombres que desconocen la perversidad profunda del corazón humano, la necesidad de una redención, y en el fondo, el dominio universal de Dios sobre todas las cosas, como Principio y como Fin de todas ellas, incluso las sociedades humanas. Ellos son los que dicen: “Hay que dejar libres a todos”, sin ver que el que deja libre a un malhechor es cómplice del malhechor. “Hay que respetar todas las opiniones’*, sin ver que el que respeta las opiniones falsas es un falsario.
“La religión es un asunto privado”, sin ver que, siendo el hombre naturalmente social, si la religión no tiene nada que ver con lo social, entonces no sirve para nada, ni siquiera para lo privado.
Contra este pernicioso error, la Iglesia arbola hoy la siguiente verdad de fe: Cristo es Rey, por tres títulos, cada uno de ellos de sobra suficiente para conferirle un verdadero poder sobre los hombres. Es Rey por título de nacimiento, por ser el Hijo Verdadero de Dios Omnipotente, Creador de todas las cosas; es Rey por título de mérito, por ser el Hombre más excelente que ha existido ni existirá, y es Rey por título de conquista, por haber salvado con su doctrina y su sangre a la Humanidad de la esclavitud del pecado y del infierno.
Me direis vosotros: eso está muy bien, pero es un ideal y no una realidad. Eso será en la otra vida o en un tiempo muy remoto de los nuestros; pero hoy dia... Los que mandan hoy día no son los mansos, como Cristo, sino los violentos; no son los pobres, sino los que tienen plata; no son los católicos, sino los masones. [...]
La respuesta a esta duda está en la respuesta de Cristo a Pilatos, cuando le pregunto dos veces si realmente se tenía por Rey. “Mi Reino no procede de este mundo." No es como los reinos temporales, que se ganan y sustentan con la mentira y la violencia; y en todo caso, aun cuando sean legítimos y rectos, tienen fines temporales y están mechados y limitados por la inevitable imperfección humana. Rey de verdad, de paz y de amor, su Reino procedente de la Gracia reina invisiblemente en los corazones, y eso tiene mas duración que los imperios. Su Reino no surge de aquí abajo, sino que baja de allí arriba; pero eso no quiere decir que sea una mera alegoría, o un reino invisible de espíritus. Dice que no es de aquí, pero no dice que no esta aquí, Dice que no es carnal, pero no dice que no es real. Dice que es reino de almas, pero no quiere decir reino de fantasmas, sino reino de hombres. No es indiferente aceptarlo o no, y es supremamente peligroso rebelarse contra él. Porque Europa se rebeló contra él en estos últimos tiempos, Europa y con ella el mundo todo se halla hoy día en un desorden que parece no tener compostura, y que sin Él no tiene compostura...
[...] ese joven doctor impetuoso, que cura enfermos y resucita muertos, a quien el Bautista reconoce y los fariseos desconocen, el cual se pone a explicar metódicamente en qué consiste el Reino de Dios, a desengañar ilusos, a reprender poderosos, a juntar discípulos, a instituir entre ellos una autoridad, a formar una pequeña e insignificante sociedad, mas pequeña que un grano de mostaza, y a prometer a esa Sociedad, por medio de hermosísimas parábolas y de profecías deslumbradoras, los más inesperados privilegios: durará por todos los siglos - se difundirá por todas !as naciones - abarcara todas las razas - el que entre en ella, estará salvado - el que la rechace, estará perdido - el que la combata, se estrellara contra ella - lo que ella ate en la tierra; será atado en el cielo, y lo que ella desate en la tierra, será desatado en el cielo. Y un día, en las puertas de Cafarnaúm, aquel Varon extraordinario, el más modesto y el más pretencioso de cuantos han vivido en este mundo, después de obtener de sus rudos discípulos el reconocimiento de que el era el “Ungido”, el “Rey”, y mas aun, el mismo “Hijo Verdadero de Dios vivo", se dirigió al discípulo que había hablado en nombre de todos y solemnemente le dijo: “Y Yo a ti te digo que tú eres Kefa, que significa piedra, y sobre esta piedra Yo levantaré mi Iglesia, y los poderes infernales no prevalecerán contra ella, y te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos.”
Y desde entonces, viose algo único en el mundo: esa pequeña Sociedad fue creciendo y durando, y nada ha podido vencerla, nada ha podido hundirla, nadie ha podido matarla. Mataron a su Fundador, mataron a todos sus primeros jefes, mataron a miles de sus miembros durante las diez grandes persecuciones que la esperaban al salir mismo de su cuna; y muchísimas veces dijeron que la habían matado a ella, cantaron victoria sus enemigos, las fuerzas del mal, las Puertas del Infierno, la debilidad, la pasión, la malicia humana, los poderes tiránicos, las plebes idiotizadas y tumultuantes, los entendimientos corrompidos, todo lo que en el mundo tira hacia abajo, se arrastra y se revuelca (la corrupción de la carne y la soberbia del espíritu aguijoneados por los invisibles espíritus de las tinieblas); todo ese peso de la mortalidad y la corrupción humana que obedece ai Angel Caído, canto victoria muchas veces y dijo: “Se acabo la Iglesia.” El siglo pasado, no mas, los hombres de Europa más brillantes, cuyos nombres andaban en boca de todos, decían: “Se acabo la iglesia, murió el Catolicismo.” .Donde están ellos ahora?
Y la Iglesia, durante veinte siglos, con grandes altibajos y sacudones, por cierto, como la barquilla del Pescador Pedro, pero infalible irrefragablemente, ha ido creciendo en número y extendiéndose en el mundo; y todo cuanto hay de hermoso y de grande en el mundo actual se le debe a ella; y todas las personas más decentes, útiles y preclaras que ha conocido la tierra han sido sus hijos; y cuando perdía un pueblo, conquistaba una Nación; y cuando perdía una Nación, Dios le daba un Imperio; y cuando se desgajaba de ella media Europa, Dios descubría para ella un 'Mundo Nuevo; y cuando sus hijos ingratos, creyéndose regios y seguros, la repudiaban y abandonaban y la hacían llorar en su soledad y clamar inútilmente en su paciencia...; cuando decían: “Ya somos ricos y poderosos y sanos y fuertes y adultos, y no necesitamos nodriza", entonces se oía en los aires la voz de una trompeta, y tres jinetes siniestros se abatían sobre la tierra: uno en un caballo rojo, cuyo nombre es La Guerra; otro en un caballo negro, cuyo nombre es El Hambre; otro en un caballo bayo, cuyo nombre es La Persecución Final; y los tres no pueden ser vencidos sino por Aquel que va sobre el caballo blanco, al cual le ha sido dada la espada para que venza, y que tiene escrito en el pecho y en la orla de su vestido: “Rey de Reyes y Señor de Dominantes.”
El Mundo Moderno, que renegó la Reyecía de su Rey Eterno y Señor Universal, como consecuencia directa y demostrable de ello se ve ahora empantanado en un atolladero y castigado por los tres primeros caballos del Apokalypsis; y entonces le echa la culpa a Cristo. Acabo de oír por Radio Excelsior una poesía de un tal Alejandro Flores, aunque mediocre, bastante vistosa, llamada Oración de este Siglo a Cristo, en que expresa justamente esto: se queja de la guerra, se espanta de la crisis (racionamiento de nafta), dice que Cristo es impotente, que su “sueño de paz y de amor” ha fracasado, y le pide que vuelva de nuevo al mundo, pero no a ser crucificado.
El pobre miope no ve que Cristo está volviendo en estos momentos al mundo, pero esta volviendo como Rey -como que se ha pensado el que es un Rey?-; está volviendo de Ezrah, donde piso el lagar El solo con los vestidos salpicados de rojo, como lo pintaron los profetas, y tiene en la mano el bieldo y la segur para limpiar su heredad y para podar su viña. O se ha pensado el que Jesucristo es una reina de juegos florales?
[...] En la última parábola que San Lucas cuenta, antes de la Pasión, esta prenunciado eso: “Semejante es el Reino de los cielos a un Rey que fue a hacerse cargo de un Reino que le tocaba por herencia. Y algunos de sus vasallos le mandaron embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros. Y cuando se hizo cargo del Reino, mando que le trajeran aquellos sublevados y les dieran muerte en su presencia. Eso contó Nuestro Señor Jesucristo hablando de sí mismo; y cuando lo contó, no se parecía mucho a esos cristos melosos, de melena rubia, de sonrisita triste y de ojos acaramelados que algunos pintan. Es un Rey de paz, es un Rey de amor, de verdad, de mansedumbre, de dulzura para los que le quieren; pero es Rey verdadero para todos, aunque no le quieran, y tanto peor para el que no le quiera! Los hombres y los pueblos podrán rechazar la llamada amorosa del Corazón de Cristo y escupir contra el cielo; pero no pueden cambiar la naturaleza de las cosas. El hombre es un ser dependiente, y si no depende de quien debe, dependerá de quien no debe; si no quiere por dueño a Cristo, tendrá al demonio por dueño. “No podéis servir a Dios y a las riquezas", dijo Cristo, y el mundo moderno es el ejemplo lamentable: no quiso reconocer a Dios como dueño, y cayó bajo el dominio de Plutón, el demonio de las riquezas.
En su enciclica Quadragesitno Anno, el Papa Pío XI describe de este modo la condición del mundo de hoy, desde que el Protestantismo y el Liberalismo lo alejaron del regazo materno de la Iglesia, y decidme vosotros si el retrato es exagerado: “La libre concurrencia se destruyó a sí misma; al libre cambio ha sucedido una dictadura económica. El hambre y sed de lucro ha suscitado una desenfrenada ambición de dominar. Toda la vida económica se ha vuelto horriblemente dura, implacable, cruel. Injusticia y miseria. De una parte, una inmensa cantidad de proletarios; de otra, un pequeño número de ricos provistos de inmensos recursos, lo cual prueba con evidencia que las riquezas creadas en tanta copia por el industrialismo moderno no se hallan bien repartidas.”
El mismo Carlos Marx, patriarca del socialismo moderno, pone el principio del moderno capitalismo en el Renacimiento, es decir, cuando comienza el gran movimiento de desobediencia a la Iglesia; y añora el judío ateo los tiempos de la Edad Media, en que el artesano era dueño de sus medios de producción, en que los gremios amparaban al obrero, en que el comercio tenía por objeto el cambio y la distribución de los productos y no el lucro y el dividendo, y en que no estaba aún esclavizado al dinero para darle una fecundidad monstruosa. Añora aquel tiempo, que si no fue un Paraíso Terrenal, por lo menos no fue una Babel como ahora, porque los hombres no habían recusado la Reyecía de Jesucristo.
Los males que hoy sufrimos, tienen, pues, raíz vieja; pero consolémonos, porque ya está cerca el jardinero con el hacha. Estamos al fin de un proceso morboso que ha durado cuatro siglos. Vosotros sabéis que en el llamado Renacimiento había un veneno de paganismo, sensualismo y descreimiento que se desparramo por toda Europa, prospera entonces y cargada de bienestar como un cuerpo pletórico. Ese veneno fue el fermento del Protestantismo; "rebelión de los ricos contra los pobres”, como lo llamo Belloc, que rompió la unidad de la Iglesia, negó el Reino Visible de Cristo, dijo que Cristo fue un predicador y un moralista, y no un Rey; sometió la religión a los poderes civiles y arrebató a la obediencia del Sumo Pontífice casi la mitad de Europa. Las naciones católicas se replegaron sobre sí mismas en el movimiento que se llamó Contrarreforma, y se ocuparon en evangelizar el Nuevo Mundo, mientras los poderes protestantes inventaban el Puritanismo, el Capitalismo y el Imperialismo. Entonces empezó a invadir las naciones católicas una a modo de niebla ponzoñosa proveniente de los protestantes, que al fin cuajó en lo que llamamos Liberalismo, el cual a su vez engendró por un lado el Modernismo y por otro el Comunismo. Entonces fue cuando sonó en el cielo la trompeta de la cólera divina, que nadie dejó de oír; y el Hombre Moderno, que había caído en cinco idolatrías y cinco desobediencias, está siendo probado y purificado ahora por cinco castigos y cinco penitencias:
Idolatría de la Ciencia, con la cual quiso hacer otra torre de Babel que llegase hasta el cielo; y la ciencia está en estos momentos toda ocupada en construir aviones, bombas y cañones para voltear casas y ciudades y fábricas.
Idolatría de la Libertad, con la cual quiso hacer de cada hombre un pequeño y caprichoso caudulejo; y este es el momento en que el mundo está lleno de despotismo y los pueblos mismos piden puños fuertes para salir de la confusión que creó esa libertad demente.
Idolatría del Progreso, con el cual creyeron que harían en poco tiempo otro Paraíso Terrenal; y he aquí que el Progreso es el Becerro de Oro que sume a los hombres en la miseria, en la esclavitud, en el odio, en la mentira, en la muerte.
Idolatría de la Carne, a la cual se le pidió el cielo y las delicias del Eden; y la carne del hombre desvestida, exhibida, mimada y adorada, esta siendo destrozada, desgarrada y amontonada como estiércol en los campos de batalla.
Idolatría del Placer, con el cual se quiere hacer del mundo un perpetuo 'Carnaval y convertir a los hombres en chiquilines agitados e irresponsables; y el placer ha creado un mundo de enfermedades, dolencias, y torturas que hacen desesperar a todas las facultades de medicina.
[...]
Tengo miedo de los grandes castigos colectivos que amenazan nuestros crímenes colectivos.
Este país esta dormido, y no veo quien lo despierte.
Este país esta engañado, y no veo quien lo desengañe.
Este país esta postrado, y no se ve quien va a levantarlo.
[...]
P. Leonardo Castellani
Extracto del libro Cristo ¿vuelve o no vuelve?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario