Nos
amenaza una pandemia. Los reportes que llegan del mundo dan escalofríos, y los
europeos en particular, con quienes tenemos un alto tránsito y generalmente afectos
que nos unen, nos inquietan de sobremanera. Debemos tomar conciencia, asumir
responsabilidades y evitar muertos.
Para
enfrentar tal situación, le exigimos protección y soluciones al Estado, pero a
su vez, debemos permitirle actuar. Si dicta normas para un “aislamiento social,
preventivo y obligatorio” (o voluntario), debemos respetarlo y hacerlo
respetar. Todos los profesionales expertos lo avalan y el bien común lo exige.
Sin
embargo, siempre algunos tienen que “dar la nota”, tenemos ciudadanos que
expresan disconformidad (¡hay cosas peores, muere más gente de hambre!) como si
todo fuera culpa del/lo mismo (infantiles, al menos), o que lo minimizan (sólo
se mueren los viejos, que igual se morirían por una gripe) como que a ellos
nunca les podría afectar (egoístas, al menos), o que simplemente no les importa
nada (marginales, al menos). Y todos ellos tienen todo el derecho de expresar
su disconformidad y/o malhumor, pero de ninguna manera tienen derecho a poner
“palos en la rueda” a quienes intentan preservar sus vidas. Miserables
actitudes que sólo emanan de corazones endurecidos y egoístas, o simplemente,
de idiotas.
Muy
distinto es recordar “los límites”. Todos los ciudadanos debemos cuidar que las
normas dictadas por los poderes delegados se circunscriban estrictamente a la
emergencia y no violen ninguna de las libertades ciudadanas. Haciendo uso de la
ley y de la razonabilidad de los hechos, debemos recordarle al poder que
vivimos en un estado de derecho y que hay derechos humanos y derechos
constitucionales que no deben jamás ser vulnerados. Sin excusas, ningún fin
justifica los medios. Por ejemplo: La emergencia sanitaria debe tener un límite
en el tiempo. Actitudes reflexivas de ciudadanos responsables, son bienvenidas.
Resumiendo,
cumplamos con las normas, cuidemos la vida y rechacemos los planteos mezquinos;
analicemos cuidadosamente cada una de esas normas y rechacemos los excesos, si
los hubiera.
En
mi opinión, seríamos muy ingenuos si pensáramos que, el “narcisista y
paternalista del Tío Alberto” secundado por “SMRMR…-Su Majestad, Reina Madre
Reverendísima … y sus 40.000 ladrones”, hacen esto por amor al pueblo.
Se
enriquecieron hasta el hartazgo en el pasado y ahora ya usaron los superpoderes
para ajustarnos a puro impuestazo en sólo 100 días, liberaron a todos los
“presos políticos” (incluida Florencia que ya puede volver sin riesgos) y nadie
tiene la menor idea que es lo que votó, excepto que mantienen la línea Nac
& Pop de tener cautivo e ignorante al mismo pueblo que dicen proteger …
Con
las excusas de gastos sanitarios extraordinarios y crisis económica derivada
del aislamiento, “la maquinita” está que echa humo y ya incrementamos el
déficit preexistente en otro -2% de PBI. Pasada la crisis sanitaria, imagino a
SMRMR y su prepotente potestad ordenando el “¡vamos por todo!” como único
método para enfrentar la crisis económica. “Monos con revolver” nos convertirán
en un reino-cubano maduro-bananero condenando al pueblo al relato único, al atraso
y la miseria.
“«Al pueblo hay que defenderlo aún
contra su voluntad y aun contra sí mismo», —dijo uno— «como a los chicos». No
es verdad. A los pueblos hay que enseñarles, en todo caso, a no ser chicos.”
P. L.Castellani
Los
expertos sanitaristas y el estado dictan las normas para el cuidado mutuo de la
vida, pero nuestra humanidad también exige el cuidado por la Vida de Verdad.
Milagrosamente algo parecido se menciona en el DNU ampliatorio.
ARTÍCULO 2º.- Se
permitirá la circulación de los ministros de los diferentes cultos a los
efectos de brindar asistencia espiritual, …
N° 15937/20 v.
20/03/2020
Reflexionar
sobre nuestra condición de debilidad frente a tal insignificante virus, podría
ser el principio; rezar por quienes no tuvieron acceso a una muerte digna,
quizás nosotros mañana, podría ser la continuación.
Hoy,
como ayer, necesitamos de la mediación de nuestro San José Gabriel del Rosario
Brochero, quien sirvió en la
epidemia del cólera de 1867 (en Córdoba, fallecieron unas 2700 personas) y
murió de lepra en 1914, mientras atendía leprosos.
¡Qué Dios nos ayude a
“pensar la patria”!
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