
Revolución y Contra-Revolución en preguntas y respuestas
Definiciones preliminares
¿Qué es la Revolución?
«Es un proceso que se manifestó, en el orden de los hechos, al inicio del siglo XV.
Nació de una explosión de pasiones desordenadas, que va conduciendo a la destrucción de toda la sociedad temporal, a la completa subversión del orden moral, a la negación de Dios.
El gran blanco de la Revolución es, pues, la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, maestra infalible de la verdad, tutora de la Ley natural y, así, fundamento último del propio orden temporal.» (Pág. 144).
¿Y la Contra-Revolución?
«Es la lucha incruenta por extinguir la Revolución y construir una Cristiandad nueva, toda resplandeciente de Fe, de humilde espíritu jerárquico y de pureza intachable.
Esto se hará, sobre todo, mediante una acción profunda en los corazones. Ahora bien, esta acción es obra de la Iglesia, que enseña la doctrina católica y la hace amar y practicar.
La Iglesia es, por tanto, el alma misma de la Contrarrevolución» (págs. 147-148).
¿Qué demostración de fidelidad al Papa hizo el Dr. Plinio en el libro «R-CR»?
Aquí está el último párrafo de la conclusión de su trabajo:
«Sobre cada una de las tesis que lo constituyen, no tenemos en nuestro corazón la menor duda. Las sujetamos todas, sin embargo, irrestrictamente al juicio del Vicario de Jesucristo, dispuestos a renunciar de inmediato a cualquiera de ellas, desde que se distancie, aunque sea levemente, de la enseñanza de la Santa Iglesia, nuestra Madre, Arca de Salvación y Puerta del Cielo» (pág. 199).
Lo que impulsa la Revolución y la Contra-Revolución
¿Cuál es el principal motor de la Revolución?
«El motor más poderoso de la Revolución es el dinamismo de las pasiones desatadas en un odio metafísico contra Dios, contra la virtud, contra el bien y, especialmente, contra la jerarquía y la pureza» (pág. 130).
¿Y de la Contrarrevolución?
«Es en el vigor del alma que llega al hombre debido a que Dios gobierna en él la razón, la razón domina a la voluntad, y ésta domina a la sensibilidad, donde hay que buscar el sereno, noble y sumamente eficaz motor de la vida la Contra-Revolución» (págs. 130-131).
¿Cómo adquirir este vigor del alma?
«Tal vigor del alma no puede concebirse sin tener en cuenta la vida sobrenatural.
El papel de la gracia consiste precisamente en iluminar la inteligencia, fortalecer la voluntad y templar la sensibilidad para que se vuelva hacia el bien.
De modo que el alma se beneficia inconmensurablemente de la vida sobrenatural, que la eleva por encima de las miserias de la naturaleza caída y del nivel de la naturaleza humana misma.
Es en esta fuerza del alma cristiana donde reside el dinamismo de la Contrarrevolución» (p. 131).
Tarea principal de la Contrarrevolución
¿Cuál es el deber principal de la Contra-Revolución?
«La Contra-Revolución tiene como una de sus misiones más destacadas la de restablecer o revivir la distinción entre el bien y el mal, la noción doctrinal de pecado, pecado original y pecado actual.
Esta tarea, realizada con una profunda comprensión del espíritu de la Iglesia, no entraña el riesgo de desesperación de la misericordia divina, de hipocondrismo, de misantropía, etc., de lo que tanto hablan ciertos autores más o menos infiltrados por las máximas de la Revolución» (págs. 132-133).
¿Cómo podemos revivir esta noción del bien y del mal?
«La noción del bien y del mal se puede revivir de varias maneras, entre ellas:
– Enfatizar, en las ocasiones oportunas, que Dios tiene derecho a ser obedecido y que, por lo tanto, sus Mandamientos son leyes verdaderas, a las que nos conformamos con espíritu de obediencia, y no sólo porque nos agradan.
– Promover la noción de recompensa y castigo post mortem.
– Insistir en los efectos del pecado original sobre el hombre y su fragilidad, en la fecundidad de la Redención de Nuestro Señor Jesucristo, así como en la necesidad de la gracia, la oración y la vigilancia para que el hombre persevere.
– Aprovechar cada ocasión para señalar la misión de la Iglesia como maestra de virtud, fuente de gracia y enemiga irreconciliable del error y del pecado» (págs. 133-134).
La vida sobrenatural, por la vía sacramental, vigoriza el alma.
¿Qué es lo que la Revolución ha destruido?
«Lo que ha sido destruido, desde el siglo XV para acá, aquello cuya destrucción está casi enteramente consumada en nuestras días, es la disposición de los hombres y de las cosas según la doctrina de la Iglesia, Maestra de la Revelación y de la Ley Natural. Esta disposición es el orden por excelencia. Lo que se quiere implantar es, per diametrum, lo contrario de esto».
Esplendor de la cristiandad medieval
¿Qué es lo que debe restaurar la Contra-Revolución?
«Si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del orden. Y por orden entendemos la paz de Cristo en el reino de Cristo. Es decir, la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal».
¿En qué consiste el espíritu de la Revolución?
«Dos nociones concebidas como valores metafísicos expresan bien el espíritu de la Revolución: igualdad absoluta y libertad completa. Y dos son las pasiones que más lo procuran: el orgullo y la sensualidad […]
Siempre que hablamos de pasiones como fautoras de la Revolución, nos referimos a pasiones desordenadas. Y, de acuerdo con el lenguaje corriente, incluimos en las pasiones desordenadas todos los impulsos al pecado existentes en el hombre como consecuencia de la triple concupiscencia: de la carne, de los ojos y de la soberbia de vida.
¿Cuáles son los puntos capitales en los que deberá brillar el orden nacido de la Contra-Revolución?
«Por fuerza de ley histórica, según la cual el inmovilismo no existe en las cosas terrenas, el orden nacido de la Contra-Revolución deberá tener tres características propias que lo distingan del orden existente antes de la Revolución. Claro está que esta afirmación no se refiere a los principios, sino a los accidentes. […]
El orden nacido de la Contra-Revolución deberá brillar, más allá de lo que lo hizo en la Edad Media, en tres puntos capitales en que esta fue atacada por la Revolución:
– Un profundo respeto a los derechos de la Iglesia y del Papado, y una sacralización, en toda la extensión posible, de los principios de la vida temporal, todo por oposición al laicismo, al interconfesionalismo, al ateísmo y al panteísmo, así como a sus respectivas secuelas.
– Un espíritu de jerarquía marcando todos los aspectos de la sociedad y del Estado, de la cultura y de la vida, por oposición a la metafísica igualitaria de la Revolución.
– Una diligencia en detectar y combatir el mal en sus formas embrionarias y veladas, en fulminarlo con execración y nota de infamia, y en castigarlo con inquebrantable firmeza en todas sus manifestaciones, y particularmente en las que atenten contra la ortodoxia y pureza de las costumbres, todo por oposición a la metafísica liberal de la Revolución y a la tendencia de ésta a dar curso libre a la protección del mal».
El apostolado moderno y el fenómeno «R-CR»
¿Todo católico debe ser contra-revolucionario?
«En la medida en que es apóstol, el católico es contra-revolucionario. Más puede serlo de modos diversos.
Puede serlo implícita y de modo inconsciente. Es el caso de una Hermana de la Caridad en un hospital. Su acción directa para sanar los cuerpos es principalmente un bien a las almas. Ella puede ejercer esta acción sin hablar de Revolución y Contra-Revolución. Incluso puede vivir en condiciones tan especiales que ignore el fenómeno Revolución y Contra-Revolución. A pesar de ello, en la medida en que realmente hace bien a las almas, hará retroceder en ellas la influencia de la Revolución, lo que supone, implícitamente, hacer Contra-Revolución».
¿Cómo puede aumentar su eficacia el apostolado moderno?
«En una época como la nuestra, toda inmersa en el fenómeno Revolución y Contra-Revolución, nos parece condición de saludable modernidad conocerla en profundidad y adoptar frente a ello la actitud perspicaz y enérgica que exigen las circunstancias.
Así, creemos sumamente deseable que todo apostolado actual, siempre que fuera el caso, tenga una intención y un tonus explícitamente contra-revolucionario.
En otros términos, juzgamos que el apostolado realmente moderno, cualquiera que sea el campo al que se dedique, será mucho más eficaz si sabe discernir la Revolución en tal campo e imprime un sello eminentemente contra-revolucionario en todo cuanto hiciere».
¿Podría existir una asociación religiosa para combatir la Revolución?
«Naturalmente, la acción contra-revolucionaria puede ser realizada por una sola persona, o por una conjunción de varias a título privado. Y, con la debida aprobación eclesiástica, puede incluso culminar en la formación de una asociación religiosa especialmente destinada a la lucha contra la Revolución».
¿Cuál es el ideal de la Contra-Revolución?
«El ideal de la Contra-Revolución es […] restaurar y promover la cultura y la civilización católica».
¿En qué consiste la cultura católica?
«Un alma en estado de gracia está en posesión, en mayor o menor grado, de todas las virtudes. Iluminada por la Fe, dispone de los elementos para formar una unívoca visión verdadera del universo.
El elemento fundamental de la cultura católica es una visión del universo elaborada según la doctrina de la Iglesia. Esa cultura abarca no sólo la instrucción, esto es, el dominio de los datos informativos necesarios para una tal elaboración, sino también el análisis y la armonización de esos datos conforme a la doctrina católica. La misma no se ciñe al campo teológico, o filosófico, o científico, sino que extendiéndose a todo el saber humano, se refleja en el arte e implica una afirmación de principios que impregnan todos los aspectos de la existencia».
Características de la civilización católica
¿Cómo puede definirse la civilización católica?
La civilización católica es la disposición de todas las relaciones humanas, todas las instituciones humanas y el Estado mismo, según la doctrina de la Iglesia.
¿Cuál es la característica fundamental de la civilización católica?
Este orden de cosas es fundamentalmente sacral, y (…) supone el reconocimiento de todos los poderes de la Santa Iglesia, y particularmente del Sumo Pontífice: poder directo sobre las cosas espirituales, poder indirecto sobre las cosas temporales, en cuanto conciernen a la salvación de las almas.
¿Cuál es el fin supremo de la sociedad y del Estado?
El fin de la sociedad y del Estado es la vida virtuosa en común. Ahora bien, las virtudes que el hombre está llamado a practicar son las virtudes cristianas, y la primera de ellas es el amor a Dios. La sociedad y el Estado tienen, pues, una finalidad sacra.
¿Sólo la Iglesia debe promover la salvación de las almas?
Ciertamente es la Iglesia la que tiene los medios para promover la salvación de las almas. Pero la sociedad y el Estado tienen medios instrumentales para el mismo fin, es decir medios que, movidos por un agente superior, producen un efecto superior a ellos mismos.
Coronación de Carlomagno.
Cultura y civilización por excelencia
¿Describió un Papa la cristiandad medieval?
En su encíclica Immortale Dei, León XIII describió la cristiandad medieval en estos términos “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer.”
¿Qué son la cultura y la civilización por excelencia?
De todos estos datos es fácil deducir que la cultura y civilización católica son la cultura por excelencia y la civilización por excelencia.
Es necesario añadir que sólo pueden existir en los pueblos católicos. En efecto, aunque el hombre puede conocer los principios de la Ley Natural por su propia razón, un pueblo no puede, sin el Magisterio de la Iglesia, mantener un conocimiento duradero de todos ellos. Y por esta razón, un pueblo que no profesa la verdadera Religión no puede practicar duraderamente todos los Mandamientos. En estas condiciones, y puesto que sin el conocimiento y la observancia de la Ley de Dios no puede haber orden cristiano, la civilización y la cultura por excelencia sólo son posibles en el seno de la Santa Iglesia.
El proceso revolucionario
¿Las crisis del mundo actual, tienen una causa común?
Las numerosas crisis que sacuden el mundo actual – del Estado, de la familia, de la economía, de la cultura, etc. – no son sino múltiples aspectos de una única crisis fundamental crisis cuyo campo de acción es el hombre mismo. En otras palabras, estas crisis tienen sus raíces en los problemas más profundos del alma, desde donde se extienden a todos los aspectos de la personalidad del hombre contemporáneo y a todas sus actividades.
(El Dr. Plinio llama a esta crisis fundamental la Revolución).
Características de la Revolución
¿Cuáles son las características fundamentales de la Revolución?
Por más profundos que sean los factores diferenciadores de esta crisis en los distintos países actuales, siempre conserva cinco características fundamentales: es universal, una, total, dominante y procesiva.
Explique el carácter procesivo de la Revolución.
La Revolución no es un acontecimiento espectacular y aislado. Es, por el contrario, un proceso crítico ya cinco veces secular, un continuado sistema de causas y efectos que habiendo nacido, en un momento dado, con gran intensidad, en las zonas más profundas del alma y la cultura del hombre occidental, ha ido produciendo, desde el siglo XV hasta nuestros días, sucesivas convulsiones.
¿Cuáles son las etapas del proceso revolucionario?
La Pseudorreforma fue una primera revolución. Se implantó el espíritu de duda, el liberalismo religioso y el igualitarismo eclesiástico, en diversos grados, de hecho, en las diversas sectas a las que dio lugar.
A esto siguió la Revolución Francesa, que fue el triunfo del igualitarismo en dos campos. En el campo religioso, en forma de ateísmo, especiosamente etiquetado como laicismo. Y en el ámbito político, a través de la falsa máxima de que toda desigualdad es una injusticia, toda autoridad un peligro, y la libertad es el bien supremo.
El comunismo es la transposición de estas máximas a la esfera social y económica. Estas tres revoluciones son episodios de una única revolución.
El desarrollo de la revolución
Con la instauración del comunismo, ¿se extinguió el proceso revolucionario?
Como es bien sabido, ni Marx ni la mayoría de sus seguidores más notorios, tanto “ortodoxos” como “heterodoxos”, veían la dictadura del proletariado como la etapa última del proceso revolucionario.
Esta no es, según ellos, sino sólo el aspecto más quintaesenciado y dinámico de la revolución universal.
Y en la mitología evolucionista inherente al pensamiento de Marx y sus seguidores, al igual que la evolución se desarrollará infinitamente a lo largo de los siglos, así la Revolución no terminará nunca.
La Primera Revolución ya ha dado a luz a otras dos. La tercera a su vez, dará a luz a otra. Y así sucesivamente…
¿En qué consistirá la Cuarta Revolución?
Los propios marxistas ya han hecho esta predicción.
Será el derrocamiento de la dictadura del proletariado como resultado de una nueva crisis, a consecuencia de la cual el Estado hipertrofiado caerá víctima de su propia hipertrofia. Y desaparecerá, dando lugar a un estado de cosas cientificista y cooperativista, en el que -dicen los comunistas – el hombre habrá alcanzado un grado de libertad, igualdad y fraternidad hasta ahora insospechadas.
¿Se ha referido algún Papa al proceso revolucionario?
A
este proceso, bien se puede aplicar las palabras de Pío XII sobre un
sutil y misterioso “enemigo” de la Iglesia: «Él
se encuentra en todo lugar y en medio de todos: sabe ser violento y
astuto. En estos últimos siglos intentó realizar la disgregación
intelectual, moral, social, de la unidad en el organismo misterioso
de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe; la
libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es
un «enemigo» que se volvió cada vez más concreto, con una
ausencia de escrúpulos que aún sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia
no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente, el grito impío:
Dios está muerto; y hasta Dios jamás existió. Y he ahí, ahora, la
tentativa de edificar la estructura del mundo sobre bases que no
dudamos en señalar como las principales responsables por la amenaza
que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin
Dios, una política sin Dios».
Las velocidades de la Revolución
¿Cómo se desarrolla el proceso revolucionario?
El proceso revolucionario se desarrolla a dos velocidades diferentes. Una rápida, y generalmente destinada al fracaso en el plano inmediato. La otra suele coronarse con el éxito y es mucho más lenta.
Ponga un ejemplo de proceso a marcha rápida.
Los movimientos pre-comunistas de los anabaptistas (…) desplegaron inmediatamente, en diversos campos, todas o casi todas las consecuencias del espíritu y tendencias de la Pseudo-Reforma: fracasaron.
Los anabaptistas abolieron la propiedad privada.
La armonía entre el rápida y de la Revolución
¿Cómo armoniza la marcha lenta del proceso revolucionario?
Hay [gente] que acepta lentamente y paso a paso las doctrinas revolucionarias. A menudo, incluso este proceso se desarrolla con continuidad a través de las generaciones.
¿Cómo se armonizan estas velocidades?
Se podría decir que los movimientos más veloces son inútiles. Pero eso no es cierto. La explosión de estos extremos levanta una bandera, crea un punto de mira fijo que fascina a los moderados por su propio radicalismo, y hacia el que se dirigen.
Así, el socialismo repudia al comunismo, pero lo admira en silencio y tiende hacia él. Más remotamente lo mismo podría decirse del comunista Babeuf y sus seguidores en los últimos destellos de la Revolución Francesa. Fueron aplastados.
Sin embargo, lentamente la sociedad va siguiendo el camino por donde querían llevarla.
El fracaso de los extremistas es, por tanto, sólo aparente. Colaboran con la Revolución, atrayendo poco a poco a la realización de sus ensoñaciones culpables y exacerbadas a la incontable multitud de los «prudentes», los «moderados» y los mediocres.
Distinciones determinadas por la resistencia interior
¿Qué diferencia al del revolucionario de marcha rápida del de marcha lenta?
Lo que distingue al revolucionario que ha seguido el ritmo de una marcha rápida, del que poco a poco que se va convirtiendo gradualmente en tal según el ritmo de marcha lenta, es que cuando el proceso revolucionario comenzó en el primero, encontró en él resistencias nulas o casi nulas.
La virtud y la verdad vivían en alma de una vida superficial. Eran como madera seca que cualquier chispa puede incendiar. Por el contrario, cuando ese proceso opera lentamente, es porque la chispa de la de la Revolución ha encontrado, al menos en parte, madera verde. En otros términos, encontró mucha verdad y mucha virtud que permanecen inmunes a la acción del espíritu revolucionario.
Un alma en tal situación se encuentra dividida y vive de dos principios opuestos, el de la Revolución y el del Orden.
Particularidad del revolucionario
¿Qué caracteriza al revolucionario con «coágulos» contra-revolucionarios?
Se deja arrastrar por la Revolución. Pero en algún punto concreto la rechaza.
Así, por ejemplo, será socialista en todo, pero conservará el gusto por los modales aristocráticos. Según el caso, llegará incluso a atacar la vulgaridad socialista.
Esto es resistencia, sin duda. Pero resistencia en un punto menor, que no se remonta a los principios, todo hecho de hábitos e impresiones. Resistencia, por esto mismo, sin mayor alcance, que morirá con el individuo, y que, si se da en un grupo social, tarde o temprano, por la violencia o la persuasión, en una generación o en unas pocas, la Revolución desmantelará en su curso inexorable.
¿Y el «semi-contra-revolucionario»?
Este difiere del anterior sólo en que el proceso de «coagulación» fue más enérgico y se remontó hasta los principios básicos. De algunos principios, y no de todos.
En él, la reacción contra la Revolución es más pertinaz, más viva. Constituye un obstáculo que no es sólo de inercia. Su conversión a una posición contra-revolucionaria es más fácil, al menos en teoría. Cualquier exceso de Revolución puede determinar en él una completa transformación, una cristalización de todas las buenas tendencias, una actitud de firmeza inquebrantable.
Hasta que ésta feliz transformación no haya tenido lugar, el «semi-contra-revolucionario» no puede ser considerado un soldado de la Contrarrevolución.
La marcha lenta de la Revolución
¿Cómo avanza el proceso revolucionario de marcha lenta a través de las generaciones?
Un «semi-contrarrevolucionario» que es muy resistente a los paroxismos de la Revolución tiene un hijo que se opone menos a ellos, un nieto indiferente y un bisnieto plenamente integrado en la corriente revolucionaria.
La razón de esto, como dijimos, es que ciertas familias tienen en su mentalidad, en su subconsciente, en su forma de sentir, un residuo de hábitos y fermentos contra-revolucionarios que los mantiene ligados parcialmente al orden. La corrupción revolucionaria en ellos no es tan dinámica y, por esta misma razón, el error sólo puede progresar en su espíritu paso a paso y como disfrazado.
Adaptaciones progresivas la Revolución
¿Por qué muchos aceptan la Revolución, poco a poco, en el curso de su vida?
La misma lentitud de ritmo explica cómo muchas personas cambian enormemente de opinión en el transcurso de la vida. Cuando son adolescentes tienen, por ejemplo, respecto a las modas indecentes, una opinión severa, consonante con el ambiente en que viven. Más tarde, con el «evolucionar» de las costumbres en un sentido cada vez más relajado, esas personas se van adaptando a las sucesivas modas. Y, al final de la vida, aplauden trajes que en su juventud habrían reprobado enérgicamente.
Llegaron a esa posición porque fueron caminando lenta e imperceptiblemente a través de las etapas matizadas de la Revolución. No tuvieron la perspicacia y la energía necesarias para notar hacia dónde estaba siendo conducida la Revolución que se realizaba en ellas y a su alrededor. Y, gradualmente, acabaron llegando tal vez tan lejos cuanto un revolucionario de la misma edad que en la adolescencia hubiese adoptado la primera velocidad.
Asombrosa unión de fuerzas contra la Iglesia
¿Por qué la Revolución va generalmente paso a paso?
En muchas almas que se dejan llevar por la Revolución, la verdad y el bien existen en esas almas en un estado de derrota, pero no tan derrotados que, ante un grave error y un grave mal, no puedan tener un sobresalto a veces victorioso y salvador que las haga percibir el fondo perverso de la Revolución y las lleve a una actitud categórica y sistemática contra todas sus manifestaciones.
Es para evitar esos sanos sobresaltos de alma y esas cristalizaciones contra-revolucionarias, que la Revolución anda paso a paso.
¿Están las fuerzas de la Revolución divididas contra sí mismas?
Tales «coagulaciones» y cristalizaciones conducen normalmente al entrechoque de las fuerzas de la Revolución. Al considerar esto, se diría que las potencias del mal están divididas contra sí mismas, y que es falsa nuestra concepción unitaria del proceso revolucionario.
Ilusión. Esas fuerzas, por un instinto profundo, que muestra que son armónicas en sus elementos esenciales y contradictorias sólo en sus accidentes, tienen una sorprendente capacidad de unirse contra la Iglesia Católica, siempre que se encuentren frente a ella.
Estériles en los elementos buenos que les resten, las fuerzas revolucionarias sólo son realmente eficientes para el mal. Y así, cada cual ataca por su lado a la Iglesia, que queda como una ciudad sitiada por un inmenso ejército.
¿Qué pensar de los católicos dominados por el espíritu revolucionario?
Entre estas fuerzas de la Revolución, no debemos omitir a los católicos que profesan la doctrina de la Iglesia pero están dominados por el espíritu revolucionario. Son mil veces más peligrosos que los enemigos declarados, combaten la Ciudad Santa dentro de sus propios muros.
¿Puede aplicarse alguna declaración papal a tales católicos?
Bien merecen lo que dijo de ellos Pío IX: «Aún cuando los hijos del siglo sean más hábiles que los hijos de la luz, sus ardides y sus violencias tendrían, sin duda, menos éxito si un gran número, entre aquellos que se llaman católicos, no les tendiesen una mano amiga. Sí, infelizmente, hay quienes parecen querer caminar de acuerdo con nuestros enemigos, y se esfuerzan por establecer una alianza entre la luz y las tinieblas, un acuerdo entre la justicia y la iniquidad por medio de esas doctrinas que se llaman católico-liberales, las cuales, apoyándose sobre los más perniciosos principios, adulan al poder civil cuando éste invade las cosas espirituales, e impulsan a las almas al respeto, o al menos a la tolerancia, de las leyes más inicuas. Como si absolutamente no estuviese escrito que nadie puede servir a dos señores. Ellos son ciertamente mucho más peligrosos y más funestos que los enemigos declarados, no sólo porque los secundan en sus esfuerzos, tal vez sin percibirlo, como también porque, manteniéndose en el extremo límite de las opiniones condenadas, toman una apariencia de integridad y de doctrina irreprochable, incitando a los imprudentes amigos de conciliaciones y engañando a las personas honestas, que se rebelarían contra un error declarado. Por eso, ellos dividen los espíritus, rasgan la unidad y debilitan las fuerzas que sería necesario reunir contra el enemigo»
La variedad de las vías del espíritu santo
¿Hay un proceso contra-revolucionario?
«Es evidente que, tal como la Revolución, la Contra- Revolución es un proceso, y que por tanto se puede estudiar su marcha progresiva y metódica hacia el Orden.
Aun así, hay algunas características que hacen diferir profundamente esa marcha del caminar de la Revolución hacia el desorden integral. Esto proviene del hecho de que el dinamismo del bien y el del mal son radicalmente diversos.» [Pág. 131].
¿Cómo puede alguien, arrastrado por la Revolución, liberarse de ella?
«Nadie puede fijar límites a la inagotable variedad de las vías de Dios en las almas. Sería absurdo reducir a esquemas asunto tan complejo. No se puede, pues, en esta materia, ir más allá de la indicación de algunos errores que conviene evitar y de algunas actitudes prudentes que es necesario proponer.
Toda conversión es fruto de la acción del Espíritu Santo, quien, aunque hablando a cada cual según sus necesidades, ora con majestuosa severidad, ora con suavidad materna; sin embargo nunca miente.» [Pág. 133].
No ocultar nada
¿Debemos mostrar u ocultar el término último de la formación de un contra-revolucionario?
«Así, en el itinerario del error hacia la verdad, no existen para el alma los bellacos silencios de la Revolución, ni sus metamorfosis fraudulentas. Es preciso no ocultarle cosa alguna que ella deba saber. La verdad y el bien le son enseñados integralmente por la Iglesia.
No es escondiendo sistemáticamente a los hombres el último término de su formación, sino mostrándolo y haciéndolo siempre más deseado, que se obtiene de ellos el progreso en el bien.» [Pág. 134].
Prudente contemporización
¿Existe algún documento papal que establezca normas aplicables a la pregunta planteada anteriormente?
«La Contra-Revolución […] debe hacer suyas las sapientísimas normas establecidas por San Pío X para el proceder habitual del verdadero apóstol: “No es leal ni digno ocultar, cubriéndola con una bandera equívoca, la calidad de católico, como si ésta fuese mercadería averiada y de contrabando». Los católicos no deben «ocultar bajo un velo los preceptos más importantes del Evangelio, temerosos de ser tal vez menos oídos o hasta completamente abandonados”». [Pág. 134].
¿Pero no hay casos en los que deberíamos contemporizar?
«A lo que juiciosamente añadía el Santo Pontífice: “Sin duda, no será ajeno a la prudencia, también al proponer la verdad, usar de cierta contemporización, cuando se trate de esclarecer a los hombres hostiles a nuestras instituciones y completamente alejados de Dios. Las heridas que es preciso cortar dice San Gregorio antes deben ser palpadas con mano delicada. Pero esa misma habilidad asumiría el aspecto de prudencia carnal si se la erigiese en regla de conducta constante y común; tanto más que de ese modo parecería tenerse en poca cuenta la Gracia Divina, que no es concedida solamente al sacerdocio y a sus ministros, sino a todos los fieles de Cristo, a fin de que nuestros actos y nuestras palabras toquen sus almas”». [Págs. 134-135].
¿Es pecado adherirse a la Revolución?
«La adhesión plena y consciente a la Revolución, como ésta en concreto se presenta, constituye un inmenso pecado, una apostasía radical, de la cual sólo por medio de una conversión igualmente radical se puede volver.» [Pág. 135].
En el fondo de la miseria, la gracia de la conversión.
En general, ¿cómo se operan las grandes conversiones?
«Según la historia, parece que las grandes conversiones se dan la mayoría de las veces por un lance de alma fulminante, provocado por la gracia con ocasión de cualquier hecho interno o externo. Ese lance difiere en cada caso, pero presenta con frecuencia ciertos rasgos comunes.» [Pág. 135].
¿Cómo se opera la conversión del pecador que llegó al extremo de la revolución?
«En el alma empedernida del pecador que, por un proceso de gran velocidad, llegó de una vez al extremo de la Revolución, restan siempre recursos de inteligencia y sentido común, tendencias más o menos definidas hacia el bien. Dios, aun cuando no las prive jamás de la gracia suficiente, espera, no pocas veces, que esas almas lleguen a lo más profundo de la miseria, para hacerles ver de una sola vez, como en un fulgurante flash, la enormidad de sus errores y de sus pecados. Cuando el hijo pródigo descendió hasta el punto de querer alimentarse de las bellotas de los cerdos, fue que cayó en sí y volvió a la casa paterna.» [Pág. 135].
¿Cómo reavivar «la mecha que aún humea»?
¿Y del tibio que va siendo arrastrado poco a poco por la Revolución?
«En el alma tibia y miope que va resbalando lentamente en la rampa de la Revolución, actúan aún, no enteramente rechazados, ciertos fermentos sobrenaturales; hay valores de tradición, de orden, de Religión, que todavía crepitan como brasas bajo la ceniza. También esas almas pueden, por un sano sobresalto, en un momento de desgracia extrema, abrir los ojos y reavivar en un instante todo cuanto en ellas decaía y amenazaba morir: es el re-encenderse de la mecha que aún humea.» [Pág. 136].
¿Cómo hacer para producir en los revolucionarios un «flash» que los convierta?
«Toda la humanidad se encuentra en la inminencia de una catástrofe, y en esto parece estar precisamente la gran ocasión preparada por la misericordia de Dios. Unos y otros -los de velocidad rápida o lenta- en este terrible crepúsculo en que vivimos, pueden abrir los ojos y convertirse a Dios.
El contra-revolucionario debe, pues, aprovechar celosamente el tremendo espectáculo de nuestras tinieblas para -sin demagogia, sin exageración, pero también sin debilidad- hacer comprender a los hijos de la Revolución el lenguaje de los hechos, y así producir en ellos el flash salvador. Señalar varonilmente los peligros de nuestra situación es rasgo esencial de una acción auténticamente contra-revolucionaria.» [Pág. 136].
¿Qué ocurre cuando se muestra el rostro total de la Revolución?
«Es preciso saber mostrar, en el caos que nos envuelve, el rostro total de la Revolución, en su inmensa hediondez. Siempre que este rostro se revela, aparecen impulsos de vigorosa reacción.
Es por este motivo que, con ocasión de la Revolución Francesa, y en el transcurso del siglo XIX, hubo en Francia un movimiento contra-revolucionario mejor que el que jamás hubiera anteriormente en aquel país. Nunca se había visto tan bien el rostro de la Revolución. La inmensidad de la vorágine en que había naufragado el antiguo orden de cosas había abierto muchos ojos, súbitamente, a toda una gama de verdades silenciadas o negadas, a lo largo de siglos, por la Revolución. Sobre todo, el espíritu de ésta se les había hecho patente en toda su malicia, y en todas sus conexiones profundas con ideas y hábitos durante mucho tiempo reputados inocentes por la mayoría de las personas. Así, el contra-revolucionario debe, con frecuencia, desenmascarar el aspecto general de la Revolución, a fin de exorcizar el maleficio que ésta ejerce sobre sus víctimas.» [Pág. 137].
Orgullo e igualitarismo
¿Cuál es la quintaesencia del espíritu revolucionario?
«La quintaesencia del espíritu revolucionario consiste, como vimos, en odiar por principio, en el plano metafísico, toda desigualdad y toda ley, especialmente la Ley Moral.» [Pág. 137].
Cite un punto importante del trabajo contra-revolucionario.
«Uno de los puntos más importantes del trabajo contra-revolucionario es, pues, enseñar el amor a la desigualdad, vista en el plano metafísico, al principio de autoridad, y también a la Ley Moral y a la pureza; porque exactamente el orgullo, la rebeldía y la impureza son los factores que más impulsan a los hombres por la senda de la Revolución.» [Pág. 137-138].
El orgulloso tiende a odiar a Dios
¿Cuáles son los grados de orgullo?
«La persona orgullosa, sujeta a la autoridad de otra, odia en primer lugar el yugo que en concreto pesa sobre ella.
En un segundo grado, el orgulloso odia genéricamente todas las autoridades y todos los yugos, y más aún el propio principio de autoridad, considerado en abstracto.
Y porque odia toda autoridad, odia también toda superioridad, de cualquier orden que sea.
En todo esto hay un verdadero odio a Dios.
Este odio a cualquier desigualdad ha ido tan lejos que, movidas por él, personas colocadas en una alta situación la han puesto en grave riesgo y hasta perdido, sólo por no aceptar la superioridad de quien está más alto.
Más aún. En un auge de virulencia el orgullo podría llevar a alguien a luchar por la anarquía y a rehusar el poder supremo que le fuese ofrecido. Esto porque la simple existencia de ese poder trae implícita la afirmación del principio de autoridad, a que todo hombre en cuanto tal -y el orgulloso también- puede ser sujeto.» [Págs. 78-79].
Escuelas de igualitarismo
Cite algunos ejemplos de escuelas de pensamiento que pregonen la igualdad entre los hombres y Dios.
«El panteísmo, el inmanentismo y todas las formas esotéricas de religión, que pretenden establecer un trato de igual a igual entre Dios y los hombres, y que tienen por objetivo saturar a estos últimos de propiedades divinas.» [Pág. 79].
¿En qué sentido el laicismo y el ateísmo son igualitarios?
«El ateo es un igualitario que, queriendo evitar el absurdo que hay en afirmar que el hombre es Dios, cae en otro absurdo, afirmando que Dios no existe. El laicismo es una forma de ateísmo, y por tanto de igualitarismo. Afirma la imposibilidad de que se tenga certeza de la existencia de Dios. De donde, en la esfera temporal, el hombre debe actuar como si Dios no existiese. O sea, como persona que destronó a Dios.» [Pág. 79].
¿En el campo político-social, lo que más odia la Revolución es el absolutismo regio?
«Por más que la Revolución odie el absolutismo regio, odia más aún los cuerpos intermedios y la monarquía orgánica medieval. Es que el absolutismo monárquico tiende a poner a los súbditos, aun a los de más categoría, en un nivel de recíproca igualdad, en una situación disminuida que ya preanuncia la aniquilación del individuo y el anonimato, los cuales llegan al auge en las grandes concentraciones urbanas de la sociedad socialista.» [Págs. 80-81].
¿Cuál es el principal cuerpo intermedio que la Revolución quiere abolir?
«Entre los grupos intermedios que serán abolidos, ocupa el primer lugar la familia. Mientras no consigue extinguirla, la Revolución procura reducirla, mutilarla y vilipendiarla de todos los modos.» [Pág. 81]
Libertad e igualdad absolutas
¿Cuáles son las pasiones desordenadas que generan el igualitarismo y el liberalismo?
«A la par del orgullo, generador de todo igualitarismo, la sensualidad, en el más amplio sentido del término, es la causa del liberalismo. Es en estas tristes profundidades donde se encuentra la conjunción entre esos dos principios metafísicos de la Revolución, la igualdad y la libertad, contradictorios bajo tantos puntos de vista.» [Pág. 83].
la jerarquía del alma
¿Existe también una jerarquía en la misma alma humana?
«Dios, que imprimió un cuño jerárquico en toda la creación, visible e invisible, lo hizo también en el alma humana. La inteligencia debe guiar la voluntad, y ésta debe gobernar la sensibilidad. Como consecuencia del pecado original, existe en el hombre una constante fricción entre los apetitos sensibles y la voluntad guiada por la razón: «Veo en mis miembros otra ley, que combate contra la ley de mi razón» (Rom. 7, 23).
Pero la voluntad, reina reducida a gobernar súbditos puestos en continuas tentativas de rebelión, tiene medios para vencer siempre… mientras no resista a la gracia de Dios. (Rom. 7, 25)» [Págs. 83-84].
predominio de la espontaneidad
¿Qué produce el proceso revolucionario en las relaciones entre las potencias del alma?
«El proceso revolucionario, que tiene como objetivo la nivelación general -pero que tantas veces no ha sido sino la usurpación de la función rectora por parte de quien debería obedecer- una vez transpuesto a las relaciones entre las potencias del alma, habría de producir la lamentable tiranía de todas las pasiones desenfrenadas, sobre una voluntad débil y quebrada y una inteligencia obnubilada. Especialmente el dominio de una sensualidad abrasada sobre todos los sentimientos de recato y de pudor.
Cuando la Revolución proclama la libertad absoluta como un principio metafísico, lo hace únicamente para justificar el libre curso de las peores pasiones y de los errores más funestos.» [Pág. 84].
¿Qué provocó el proceso revolucionario en las almas de los más jóvenes?
«El proceso revolucionario en las almas, así descrito, produjo en las generaciones más recientes, y especialmente en los adolescentes actuales que se hipnotizan con el rock and roll , una forma de espíritu que se caracteriza por la espontaneidad de las reacciones primarias, sin el control de la inteligencia ni la participación efectiva de la voluntad; por el predominio de la fantasía y de las «vivencias» sobre el análisis metódico de la realidad: fruto, todo, en gran medida, de una pedagogía que reduce a casi nada el papel de la lógica y de la verdadera formación de la voluntad.» [Pág. 86].
igualitarismo y liberalismo
¿Cuál es la esencia del liberalismo?
«El derecho a pensar, sentir y hacer todo cuanto las pasiones desenfrenadas exigen, es la esencia del liberalismo. Esto se muestra bien en las formas más exacerbadas de la doctrina liberal. Analizándolas, se percibe que al liberalismo poco le importa la libertad para el bien. Sólo le interesa la libertad para el mal. Cuando está en el poder, fácilmente, y hasta alegremente, le cohíbe al bien la libertad, en toda la medida de lo posible. Pero protege, favorece, prestigia, de muchas maneras, la libertad para el mal. En lo cual se muestra opuesto a la civilización católica, que da al bien todo el apoyo y toda la libertad, y cercena en lo posible al mal.
Ahora bien, esa libertad para el mal es precisamente la libertad para el hombre en cuanto interiormente «revolucionario», es decir, en cuanto consiente en la tiranía de las pasiones sobre su inteligencia y su voluntad.» [Pág. 84-85].
¿Qué pretende lograr la Revolución en su término final?
«El orgullo, en cuanto genera el odio a cualquier autoridad, induce a una actitud nítidamente liberal. Y a este título debe ser considerado un factor activo del liberalismo. Sin embargo, cuando la Revolución se dio cuenta de que, si se dejara libres a los hombres, desiguales por sus aptitudes y su aplicación, la libertad engendraría la desigualdad, deliberó, por odio a ésta, sacrificar aquella. De ahí nació su fase socialista. Esta fase no constituye sino una etapa. La Revolución espera, en su término final, realizar un estado de cosas en que la completa libertad coexista con la plena igualdad.» [Pág. 85].
¿Por qué un liberal auténtico acepta el socialismo?
«Históricamente, el movimiento socialista es un mero requinte del movimiento liberal. Lo que lleva a un liberal auténtico a aceptar el socialismo es precisamente que, en éste, se prohíben tiránicamente mil cosas buenas, o por lo menos inocentes, pero se favorece la satisfacción metódica, y a veces con aspectos de austeridad, de las peores y más violentas pasiones, como la envidia, la pereza, la lujuria. Y, por otro lado, el liberal entrevé que la ampliación de la autoridad en el régimen socialista no pasa, dentro de la lógica del sistema, de ser un medio para llegar a la tan ansiada anarquía final»[Págs. 85-86].
¿Cómo interpretar los enfrentamientos que a veces estallan entre liberales y socialistas?
«Los enfrentamientos de ciertos liberales ingenuos o retardados con los socialistas, son, pues, meros episodios superficiales en el proceso revolucionario, inocuos quid pro quo que no perturban la lógica profunda de la Revolución, ni su marcha inexorable en un sentido que, bien vistas las cosas, es al mismo tiempo socialista y liberal.» [Pág. 86].
la utopía marxista
¿Cuál es el nexo entre liberalismo, socialismo y marxismo?
«La efervescencia de las pasiones desordenadas despierta por un lado el odio a cualquier freno y cualquier ley, por otro lado, provoca el odio contra cualquier desigualdad. Tal efervescencia conduce así a la concepción utópica del anarquismo marxista, según la cual una humanidad revolucionada, que viviere en una sociedad sin clases ni gobierno, podría gozar del orden perfecto y de la más entera libertad, sin que de ésta se originase desigualdad alguna. Como se ve, el ideal simultáneamente más liberal y más igualitario que se pueda imaginar» [Págs. 86-87].
¿En qué consiste la utopía marxista?
«La utopía anárquica del marxismo consiste en un estado de cosas en el cual la personalidad humana habría alcanzado un alto grado de progreso, de tal manera que le sería posible desarrollarse libremente en una sociedad sin Estado ni gobierno.
En esa sociedad -que, a pesar de no tener gobierno, viviría en pleno orden- la producción económica estaría organizada y muy desarrollada, y la distinción entre trabajo intelectual y manual estaría superada. Un proceso selectivo aún no determinado llevaría a la dirección de la economía a los más capaces, sin que de ahí se derivase la formación de clases.
Estos serían los únicos e insignificantes residuos de desigualdad. Pero, como esa sociedad comunista anárquica no es el término final de la historia, parece legítimo suponer que tales residuos serían abolidos en una ulterior evolución.» [Págs. 86-87].
Concesiones peligrosas de la «mentalidad socialista»
Sin embargo, hoy, el marxismo no constituye un peligro…
Actualmente está muy difundida «la idea, más o menos consciente, de que toda desigualdad es una injusticia, y de que se debe acabar, no sólo con las grandes fortunas, sino también con las medianas, pues si no hubiese ricos tampoco habría pobres. Es, como se ve, un residuo de ciertas escuelas socialistas del siglo XIX, perfumado por un sentimentalismo romántico. De ahí nace una mentalidad que, profesándose anticomunista, sin embargo, frecuentemente, se titula a sí misma de socialista. Esta mentalidad, cada vez más poderosa en Occidente, constituye un peligro mucho mayor que el adoctrinamiento propiamente marxista» [Págs. 147-148].
Cite algún ejemplo fruto de esa mentalidad.
Tal mentalidad «nos conduce lentamente por un declive de concesiones, que podrán llegar hasta el punto extremo de transformar en repúblicas comunistas a las naciones de este lado del Telón de Acero. Tales concesiones, que dejan ver una tendencia al igualitarismo económico y al dirigismo, se van notando en todos los campos. La iniciativa privada va siendo cada vez más cercenada. Los impuestos de transmisión mortis causa son tan onerosos que en ciertos casos el Fisco es el mayor heredero. Las interferencias oficiales en materia de cambio, exportación e importación colocan bajo la dependencia del Estado todos los intereses industriales, comerciales y bancarios. En los salarios, en los alquileres, en los precios, en todo interviene el Estado. Tiene industrias, bancos, universidades, periódicos, radioemisoras, canales de televisión, etc. Y al mismo tiempo que el dirigismo igualitario va transformando así la economía, la inmoralidad y el liberalismo van disolviendo la familia y preparando el llamado amor libre.
Sin un combate específico a esta mentalidad, aunque un cataclismo tragara a Rusia y a China, dentro de cincuenta o cien años Occidente sería comunista» [Pág. 148].
Las tres profundidades de la revolución
¿Cuáles son las profundidades de la Revolución?
«Podemos (…) distinguir en la Revolución tres profundidades, que cronológicamente hasta cierto punto interactúan.» [Pág.55].
¿Cómo se extienden las tendencias desordenadas?
«Esas tendencias desordenadas por su propia naturaleza luchan por realizarse, no conformándose ya con todo un orden de cosas que les es contrario; comienzan por modificar las mentalidades, los modos de ser, las expresiones artísticas y las costumbres, sin tocar al principio, de modo directo -habitualmente, por lo menos- en las ideas.» [Pág.55].
Simulacro de armonía entre ideas nuevas y antiguas
¿Cómo surgen las ideas revolucionarias?
«De esas profundidades, la crisis pasa al terreno ideológico. En efecto -como Paul Bourget puso en evidencia en su célebre obra Le Démon du Midi– “es necesario vivir como se piensa, so pena de, tarde o temprano, acabar por pensar como se vive”
Así, inspiradas por el desarreglo de las tendencias profundas, irrumpen nuevas doctrinas.» [Págs. 55-56].
¿Cómo actúan las nuevas ideas revolucionarias en relación a las anteriores?
«Ellas procuran a veces, al principio, un modus vivendi con las antiguas, y se expresan de tal manera que mantienen con éstas un simulacro de armonía, el cual habitualmente no tarda en romperse en lucha declarada.» [Pág.56].
¿Cómo se transforman las ideas revolucionarias en hechos?
«Esa transformación de las ideas se extiende, a su vez, al terreno de los hechos, donde pasa a operar, por medios cruentos o incruentos, la transformación de las instituciones, de las leyes y de las costumbres, tanto en la esfera religiosa cuanto en la sociedad temporal. Es una tercera crisis, ya enteramente en el orden de los hechos.» [Pág.56].
El proceso revolucionario no es incoercible
¿Esas tres profundidades, se manifiestan en orden cronológico?
«Esas profundidades son, de algún modo, escalonadas. Pero un análisis atento pone en evidencia que las operaciones que la Revolución realiza en ellas de tal modo se interactúan en el tiempo, que esas diversas profundidades no pueden ser vistas como otras tantas unidades cronológicas distintas.» [Pág.56].
¿Las diferencias entre las tres profundidades, son siempre nítidas?
«Esas tres profundidades no siempre se diferencian nítidamente unas de las otras. El grado de nitidez varía mucho de un caso concreto a otro.» [Págs. 56-57].
¿El proceso revolucionario se caracteriza por su fatalismo?
«El caminar de un pueblo a través de esas varias profundidades no es incoercible, de tal manera que, dado el primer paso, llegue necesariamente hasta el último y resbale hacia la profundidad siguiente. Por el contrario, el libre arbitrio humano, coadyuvado por la gracia, puede vencer cualquier crisis, como puede detener y vencer la propia Revolución.
Describiendo esos aspectos, hacemos como un médico que describe la evolución completa de una enfermedad hasta la muerte, sin pretender con ello que la enfermedad sea incurable.» [Pág.57].
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Todas las ideologías tienen el mismo origen, son anti-cristianas, y todas, por franco enfrentamiento, descuido o ignorancia, tienen la misma finalidad, acallar a la Iglesia Católica.
Cuando hoy "la derecha" denuncia "a la izquierda" por atacar los valores de occidente y llama a dar la batalla cultural, tiene razón, pero se queda a mitad de camino. Pese a proponer una gran mejora respecto de las posiciones progresistas, terminará siendo su cómplice por compartir el mismo origen laicista.
Como podemos ver, la contrarrevolución es mucho más que la controversia entre posiciones ideológicas que se pelean por el poder como perros hambrientos por un hueso, la contrarrevolución implica restaurar los valores de "la cristiandad", anteriores a todos ellos.

¡Qué Dios nos ayude a “pensar la patria”!
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