Organización Escolar (02/2020)


Retomando mis notas sobre Educación de diciembre 2018 (¿Qué enseñanza queremos?), dónde transcribía a L. Castellani de 1943

“La solución vital del problema de la escuela primaria está en descongestionar la carga artificial del Estado trasladándola por partes a sus instancias naturales a saber: la iniciativa privada debidamente estimulada, dirigida y controlada”

… para cerrar entonces diciendo

Los profesionales de la educación están para construir “opciones de educación”, pero nunca para imponer alguna. El Estado está para subvencionar las necesarias y/o requeridas, pero nunca para imponer una única. Y sólo los padres, sólo ellos, están para decidir qué formación desean para sus hijos

… hoy me gustaría continuar con algunos claros ejemplos.

En estos días, ya cercanos al carnaval, se dará comienzo al triste espectáculo anual de los gremialistas docentes amenazando y/o privando a nuestros chicos de “la razón de sus vocaciones docentes” (o sea, de educarlos). Espero que este año no tengamos alguna "oportuna postergación" y las fechas del show sean las habituales de los ultimos 30 años (¿el puestito de la Señora de Baradel valdrá algo?).

Los representantes laborales de nuestros queridos maestros se disfrazarán de “atribulados eruditos en la problemática socioeducativa y la infraestructura edilicia” para luego terminar acordando un mejor salario (mejorando la cuota sindical, claro). Reclamo legítimo y digno, claramente, pero que jamás será resuelto ni por este ni por ningún gobierno, a menos que cambiemos de raíz la Organización Escolar.

Recientemente leía en Infobae una nota muy interesante sobre la Organización Escolar en los países nórdicos, siempre mencionados por los Argentos Progres como los “paraísos terrenales”, y me pareció oportuno rescatarla. 

Dejando de lado, las claras intenciones de “vendernos las bondades del liberalismo” del autor de la nota y los “idealizados arquetipos socio-progresistas” que algún otro argumentará en su contra, no es la intención debatir al respecto; si me parece importante prestar atención a los modelos allí descriptos (profundizando luego por y con otros medios).

En todos los países mencionados, la educación es gratuita, de acceso universal y financiada sólo con impuestos.


Poco importa discutir su origen, algunos detalles menores o la existencia misma de los modelos mencionados, solo es importante concluir que para asegurar el “Derecho a una Educación Gratuita” del mejor nivel académico disponible, no es necesario en absoluto que los “Estados sean los únicos, o los principales, empleadores”. Y más aún, yo concluiría que, como el modelo argentino lo demuestra, es absolutamente contraproducente.

En el caso sueco, por ejemplo:

“La mayoría de los niños asisten a una escuela municipal cerca de su casa. Sin embargo, los estudiantes y sus padres tienen derecho a escoger otra escuela municipal u otra de gestión privada (Independiente).
Las escuelas Independientes están abiertas a todo el mundo y deben ser aprobados por la Agencia Nacional para la Educación. El municipio en el que reside el estudiante paga a la escuela elegida (incluida la municipal) por alumno y año. Las escuelas independientes tienen los mismos objetivos básicos que las municipales, pero pueden tener un perfil diferente, como un carácter religioso o el uso de un enfoque educativo como el Montessori o Waldorf”.
Como todos sabemos, copiar modelos foráneos jamás funcionó. Idiosincrasia y cultura diferentes, producen resultados diferentes. Pero, el desafío es claro, debemos sacudirnos las ideologías (educando a sus portadores para que no interfieran o invitándolos “amablemente” a pasear) y acordar un modelo que nos permita ofrecerles a los padres la formación y la excelencia educativa que desean para sus hijos.

Hoy en la argentina, una familia sin recursos debe aceptar el colegio que le asignen. Si le toca uno como para asustar al más valiente (con enchastre nazi-feminista y/o traperío verde-moco al frente y un interior aun peor), no tiene opción, no tiene libertad, nadie respeta sus derechos.


Debemos pasar de un decadente modelo estructurado y rígido donde el Estado emplea y paga, a uno libre dónde los padres eligen en que colegio se formarán sus hijos, y por ende, dónde deben ir las subvenciones del Estado. 


Es hora de cambiar una Ley de 136 años de antigüedad (que ya nació malintencionada), por otra que exija mayores compromisos (antes que los derechos están las obligaciones), que respete el Derecho Natural (principalmente el de los padres) y que sea la piedra angular para una auténtica Democracia Participativa (sin politiquerías, de ser posible).

Estamos de acuerdo en que, semejante cambio es un salto imposible de practicar de una única vez y muy poco recomendable sin “una red” de contención adecuada. Red, que cada distrito “federalmente” deberá ayudar a tejer, considerando las necesidades locales y los requerimientos al gobierno nacional. 

Pero se puede ir realizando por sectores y etapas. Y los colegios católicos pueden dar el ejemplo, ya tienen la organización interna necesaria, solamente deben acordar con los Ministerios que corresponden a cada uno, cómo cobrarles a ellos (y no a los padres) un plus por cada alumno matriculado (y ¡ya hay algunos que hacen algo parecido!) y comenzar a ser gratuitos 100%. La colecta parroquial semanal puede ayudar con los materiales y los religiosos (curas, monjas, seminaristas) a dar clases, ya que necesitamos con urgencia volver a tiempos memorables.


¡Qué Dios nos ayude a “pensar la patria”!



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