De pluma ajena - La Secularización y el Nuevo Monofisismo (11/2023)





Algunos católicos que leyeron mis notas sobre los Curas Villeros (especialmente Éramos pocos y parió la abuela ... y Milei, el papa y los curas villeros) se deben estar preguntando:

  • ¿Cómo puede alguien tener tanta desconsideración para con sacerdotes que eligieron ser pobres y misionar entre los más pobres?

  • ¿Cómo es posible que alguien no respete el sacrificio de estos esforzados pastores?

  • ¿Acaso no responden al pedido de Francisco de construir una Iglesia pobre para pobres y ser pastores con olor a ovejas?

  • ¿Acaso no es esta la opción preferencial por los pobres a lo que estamos obligados por caridad?

  • ¿Por qué entonces desacreditar su labor?

Y la respuesta es tan simple como que "El que se quema con leche, ve una vaca y llora". Los que peinamos canas ya vivimos esta farsa que terminó en tragedia.

Pero pongamos las cosas en orden, primero, quienes desprestigian la tarea misional en las villas miserias, son los mismos curas villeros. Seguramente hay muchos sacerdotes que trabajan honestamente, pero resulta extraño que permitan que unos desquiciados como el Padre Pepe o el Padre Paco, profanen los altares y se ufanen de ello públicamente.

Segundo, no hace falta volver a mencionar los vergonzosos delirios de "Santa" Evita y la defensa de "son 30.000", o las recientes burradas politiqueras, llamando a votar contra Milei y a favor de un gobierno corrupto y de políticas pérfidas, cuando no manifiestamente anticatólicas.

Y tercero, ya dijimos hasta el cansancio que estos malos curas nunca entendieron "la pobreza" cristiana y trastocaron con ideología marxista la justicia social. Una vez más los invitamos a estudiar la Doctrina Social de la Iglesia y mientras tanto, a callarse la boca y así evitar causar más daño.

Decíamos en Agosto del 2020

En los ’70 eran al menos más hombres e iban de frente, estos caminan de costado o para atras, como cangrejos afeminados (para estar a tono con los tiempos). Hablan de Teología India y Teología Feminista, adhieren a HIJOS, Madres de Plaza de Mayo y Memoria, Verdad y Justicia, creen que todos los militares son genocidas asesinos y torturadores, rechazan el “ajuste neoliberal y la represión a los trabajadores”, están “casi” a favor de la despenalización de las drogas y del aborto, reivindican los costados críticos de caídos personajes como Angelelli, Mugica, Novak, de Nevares, Boff, Codina, etc., y por supuesto, se inclinan vergonzosamente ante la Reina y su corte de corruptos ladrones a quienes defienden por “presos políticos”.

[...]

Y también recordamos como Juan Pablo II se horrorizaba con ese peligroso cúmulo de errores … completa subversión del cristianismo” que nada tenía de “Teología” y mucho menos de “Liberación”.

Entiéndase, los sacerdotes están obligados a recibir a todos, a dialogar con todos, a amar a todos, pero para convertirlos!. Está claro que "La Iglesia no es la asamblea de los puros, sino el hospital de los pecadores" (GKCh), pero deben recordar que "Queremos una Iglesia que mueva al mundo, no que se mueva con el mundo" (GKCh). En definitiva eso es misionar.

Y no puede haber Doctrina Social de la Iglesia sin su fundamento que es Cristo Rey. Los católicos estamos obligados a estudiar la Doctrina Social y a procurar el reinado de Cristo sobre la cultura, la política y la economía, debemos "Instaurar todo en Cristo".

Sin embargo, vemos con mucha tristeza como estos malos curas prenden velas para adorar, como si fuesen santos, a cuanto populista, preferiblemente marxista, anda vociferando falacias y sembrando odio para destruir nuestra tradición cultural hispano-católica.

Estos movimientos no son nuevos, en nuestra juventud también se pusieron "de moda", y ayudar en las villas era el apostolado de miles de jóvenes de la Acción Católica, pero también como ahora, torcieron el rumbo y Dios nos asista para que no se repita, todo terminó en tragedia.

Repudiamos esa "pastoral" porque no es católica y los llamamos a la reflexión.

Y para fundamentarlo, podríamos citar el libro de nuestro mártir Carlos A. Sacheri, "La Iglesia clandestina", que al parecer fué el libro que le costó la vida; o a los trabajos de nuestro otro mártir Jordan B. Genta; o a los trabajos de decenas de autores de gran valía como el P. Alfredo Sáenz o el P. Javier Olivera Ravasi o Don Enrique Diaz Araujo o el profesor Antonio Caponnetto, etc., etc., etc.; sin dejar de mencionar las tempranas advertencias del P. Julio Meinvielle; pero he encontrado un documento del año 1974 del Profesor de Filosofía e investigador del Conicet Alberto Caturelli, gran filósofo argentino que fuera responsable de organizar en 1979 el I Congreso Mundial de Filosofía Cristiana.

Con la simpleza digna de los sabios, resume cual es el comienzo y el fin de la herejía progresista en la Iglesia. Y esta es la verdadera razón por la cual condenamos una y mil veces la deformada y deformante actividad de estos curas villeros.



¡Qué Dios nos ayude a “pensar la patria”!


______________________________________________________________


LA SECULARIZACIÓN Y EL NUEVO MONOFISISMO

1. Secularización y crisis de la sensatez

En el seno mismo de la Iglesia se ha instalado la negación destructora y autodestructora; "en sus mismas venas", como ha dicho San Pío X, se desliza la iniquidad.

Este proceso de secularización ha amenazado siempre a la Iglesia, aunque jamás como ahora pues ha llegado a su máxima radicalidad; en efecto, recordemos el caso misterioso de Judas que no espera el humilde Cordero que muere por la redención de sus ovejas, sino el detentador del poder terreno que restaurara la grandeza secular de Israel; Judas, como muchos doctores de Israel, desea el poder inmanente al tiempo de su historia que permita la "liberación" del pueblo judío oprimido respecto del opresor romano.

No es necesario esperar a la falsedad de la dialéctica Siervo-Señor de la Fenomenología del Espíritu, pues los judíos carnalizados en cierto modo ya la conocen; y en cuanto Cristo declara que su "reino" no es de este mundo, le odian absolutamente y por eso traman su muerte. En nombre de la inmanencia del reino de Israel terreno, rechazan la trascendencia del Reino del Israel del espíritu.

Pero hoy, en las mismas venas de la Iglesia se ha instalado esta reversión o este intento de reversión de la Iglesia hacia el mundo; esta vez, sin embargo, el intento es sistemático, total, absoluto. Como efecto del Iluminismo, el hombre intenta explicarlo todo por la razón, y el hombre inmediatamente posterior percibe que entre Dios trascendente y su propia vida en el mundo, puede existir un ámbito de autosuficiencia en el cual Dios no tiene nada que hacer; el hombre de la conciencia burguesa comprende que este mundo y sólo este mundo es su mundo sin ninguna referencia inmediata al "otro" mundo; pero el hombre burgués (como el marxista de hoy) se equivoca porque no percibe que para el Cristianismo (al cual él todavía no ha renunciado) no hay oposición entre "este" mundo y el "otro", ni existe una suerte de opción entre un mundo de "aquí" y otro mundo (alienante, dirán los marxistas de hoy) situado "más allá"; pues uno se explica por el otro y el otro funda al primero. Tanto el burgués como el marxista confunden los planos, pues el cristiano, cuando habla del espíritu del mundo no "enfrenta" uno y otro mundo, sino que habla del ámbito existencial del pecado en la inmanencia del tiempo sobre el cual tiene cierta potestad el "padre de la mentira". Pero hay más: así como hay un proceso que, con toda coherencia, va del hombre burgués al hombre marxista, del mismo modo este proceso se comporta como una progresiva apostasía de la fe; el hombre burgués aún conserva por lo común su fe cristiana (por eso envía a sus hijas al colegio religioso pero es ateo de hecho en sus negocios); en cambio, el hombre marxista es radicalmente ateo y ha rechazado totalmente el contenido de la fe cristiana; empleo aquí la expresión apostasía en una gradación de sentidos que empleó ya Santo Tomás: En efecto, la apostasía se presenta, para el Aquinate, en un primer momento, como el rechazo de la religión, o de las órdenes sagradas, o de la sujeción a los preceptos divinos (de hecho es lo que hace el hombre burgués que sigue creyendo que Cristo es Dios pero ni le confiesa públicamente ni cumple totalmente los preceptos divinos); estos modos de apostasía no llegan a ser verdadera y formal apostasía mientras se conserve la fe. Pero, cuando se rechaza la fe misma y todo su contenido, se logra la apostasía absoluta y "per se" a la que Santo Tomás llama también perfidia (1).

Por todo ello, el proceso de secularización o de conversión hacia la inmanencia del "espíritu" del mundo, implica el proceso de apostasía o de progresivo rechazo de la fe hasta su rechazo total.

La razón es clara y muy lógica pues la reducción de la existencia a la pura inmanencia de! mundo, deja sin sentido a la totalidad de la misma existencia; la conciencia cristiana se corrompe y deja de tener sentido para ella tanto su propio contenido de fe como el mismo mundo. Me explico: Su propia fe no tiene sentido porque ella le implanta, por así decir, en el Dios Vivo y trascendente, en contradicción con la reversión de su existencia al mundo de la inmanencia; pero este mismo mundo tampoco tiene sentido para ella pues un mundo sin referencia a nada es sencillamente absurdo. Ni la fe (que debe rechazar de una vez) ni el mundo inmanentista tienen sentido. Todos los caminos de la negatividad están ya abiertos.

Pero obsérvese que en este proceso se ha corrompido, primero, la fe sobrenatural; inmediatamente se ha corrompido también (al quedarse sin sentido) el mundo natural. No es posible, para la conciencia cristiana, pensar en una naturaleza sana si de ella se rechaza lo sobrenatural. El rechazo de lo sobrenatural, mella la naturaleza. También la inversa es verdadera, pues una naturaleza corrompida en cuanto naturaleza hace casi imposible la inserción de lo sobrenatural.

En consecuencia, en la medida en la cual el mundo moderno inmanentista ha corrompido lo sobrenatural y, por tanto, lo natural, ha producido un progresivo (paralelo al proceso de apostasía) extravío del buen sentido; es decir, del buen juicio cotidiano, del sólido sentido común. En ese respecto, el mundo contemporáneo es insensato, carente de sensatez, como un coherente resultado del largo proceso de inmanentización o de exacerbación del "espíritu del mundo". Luego, como todos sabemos, siempre irán unidos solidariamente el espíritu del mundo, el afincamiento terreno definitivo, con la insensatez más radical. Caín ha perdido el buen juicio, es un insensato al matar a su hermano y responder a Dios que él no es guarda de Abel, es decir, que nada sabe de él; Judas no lo es menos cuando entrega a su Maestro con un beso y se suicida poco después; de análogo modo, el mundo contemporáneo es insensato y carente del buen sentido, pues de qué valen los progresos de la técnica si, al cabo, debe plantearse la posibilidad de la desaparición de la vida del planeta por obra de la misma técnica; es insensato luchar denodadamente para prorrogar efectivamente la vida del hombre sobre la tierra y propugnar y distribuir eficazmente los anticonceptivos para que no nazcan muchos otros nuevos hombres; es igualmente insensato aceptar la cultura como un verdadero valor y luego corromperla hasta su esencia misma en la mal llamada "cultura de masas"; y podría así seguir casi indefinidamente mostrando el extravío y la insensatez del mundo de hoy.

Es suficiente leer el diario con atención y espíritu crítico. Se nos dirá y con razón que esa incongruencia es también propia de la finitud y falibilidad del hombre; pero se deberá reconocer, al mismo tiempo, que nunca alcanzó la sistemática y casi minuciosa presencia de hoy. Puede decirse que el inmanentismo secularista, en la medida en la cual ha corrompido lo sobrenatural y con él la naturaleza, ha producido este nuestro mundo de la insensatez cotidiana. Por momentos parece que la única coherencia de grandes multitudes de gentes, es su cotidiana incoherencia. Parece demasiado simple, pero la solución es así de simple: Solamente la restauración plena de lo sobrenatural puede devolver al mundo su sensatez natural.

2. El nuevo monofisismo y un verdadero "triunfalismo"

La crisis de la sensatez, como resultado cotidiano del proceso del inmanentismo, en cuanto significa una expresa o más comúnmente una implícita reversión hacia el "espíritu del mundo", tiende a subrayar fuertemente el aspecto "social" del mensaje evangélico.
Naturalmente que la predicación del Señor se dirige a la totalidad del hombre y, por consiguiente, es insoslayable la misión de consagración del mundo para el cristiano; pero es también cierto que desde la aparición de la conciencia burguesa coherentemente llevada a su radicalidad en el marxismo, se pone el acento en el aspecto social del mensaje evangélico con exclusión progresiva del misterio sobrenatural.

Es muy difícil encontrar textos explícitos en los escritos de muchos progresistas de hoy, pues, como decía San Pío X, "despreciadores de toda autoridad" y "atrincherándose en una conciencia mentirosa", utilizan una táctica nunca clara, que consiste "en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto... lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes" (Pascendi,3).
De todos modos, hoy es posible notar un predominio de los valores "socioeconómicos" en la consideración de la realidad y, paralelamente, del Mensaje evangélico.

Consiguientemente, la imagen de, Jesucristo que nuestros ultraprogresistas terminan por proponer parece subrayar casi exclusivamente la naturaleza humana de Jesucristo. Cristo es redentor "social". Él es el que guía el "cambio de estructuras", la revolución armada y violenta (el Cristo guerrillero, por ejemplo) etc.; por eso, llamo a esta actitud el nuevo monofisismo.

En efecto, a mediados del siglo V, Dióscoro, sucesor de San Cirilo en Alejandría y, después el archimandrita Eutiques, sostuvieron que en la persona de Cristo, en la cual se unen misteriosamente la naturaleza divina y la humana, la naturaleza humana es absorbida por 'la naturaleza divina; el citado Eutiques llegaba así de hecho, a sostener que únicamente existe naturaleza divina en Jesucristo, tesis condenada en Calcedonia en 451. En consecuencia, el Evangelio quedaba reducido (por así decir) a una especie de mensaje "angélico" sin contenido "social", como se dice hoy.

El fenómeno actual es también una suerte de monofisismo pero invertido.

De hecho, aunque no se encontrará un texto explícito sobre esto, surge de la consideración de los escritos ultraprogresistas una suerte de absorción de la naturaleza divina de Jesucristo por la naturaleza humana, de modo que no es nada difícil que muchos cuya fe es vacilante sean conducidos a sostener la única naturaleza humana de Jesucristo: un monofisismo invertido pero siempre monofisismo.

De ese modo, así como en el monofisismo del siglo V, el Mensaje evangélico tiende a reducirse a una suerte de angelismo antihumano, en el nuevo monofisismo del siglo XX, el Mensaje evangélico se reduce a una doctrina exclusivamente social y humana.

Y no tendría por qué ser de otro modo desde el momento que Jesucristo es persona exclusivamente humana. Este nuevo monofisismo (camuflado pero desgraciadamente real) es hostil a la contemplación y a la vida mística y trata de resolverlo todo en la acción social; propone poco a poco una imagen de Jesucristo tan "humana" que el Señor comienza a perder su carácter divino y, consiguientemente, conduce a suprimir la actitud de adoración por parte de los fieles. No es ya más "Señor", "Maestro", "Sacerdote", "Rey" (como lo nombra el Concilio Vaticano II, Doc. sobre el ministerio y vida de los Presbíteros, proemio) sino "Hermano" o, simplemente, "el Flaco" como llega a decirse en algunos ambientes plenamente "desprejuiciados" que padecen, sin embargo, del prejuicio del desprejuicio que es el peor de todos.

Como puede verse, no es mera fantasía hablar, hoy, de un nuevo monofisismo que se ha extendido, insensiblemente al comienzo, después rápidamente, en muchos sectores de fieles católicos afectados, al parecer, de cierta extraña y mundana vergüenza de su Fe. Por otra parte y como consecuencia de lo dicho no es de extrañar que se llegue a hablar de un "Evangelio sin mitos" en el cual no solamente se niega (por mitica) la Resurrección de Cristo, sino que se niega, precisamente, la divinidad del Señor. Es la consecuencia lógica del "cristianismo" gnóstico de Hegel y de la "desmitificación" de Bultmann. Se trata, como se ve, del nuevo monofisismo que vacía totalmente al Evangelio de su contenido mistérico.

Entre las consecuencias de semejante secularización y pudrición de lo sobrenatural, quizá la más curiosa, a mi modo de ver, sea la aparición de una especie muy particular de triunfalismo en estos campeones de un "cristianismo" verdaderamente "actualizado".

En efecto, el nuevo monofisismo que se sigue de la reversión de la Iglesia al "espíritu del mundo", implica con lógica de hierro la necesidad de una realización terrena del aspecto "social" del Evangelio; paradójicamente, el ultraprogresismo o modernismo de hoy ha lanzado la acusación de "triunfalismo" contra el Catolicismo tradicional, como si éste, sobre todo a partir del decreto de Constantino, ya sea mediante la unión con el Estado u otros medios análogos de poder ("opresor", por cierto), quisiera el triunfo aquí y ahora, sobre personas y cosas.

En la actualidad, naturalmente, mediante la alianza con el capitalismo. Lo curioso de esta acusación no es solamente su falsedad doctrinal, carente de seriedad científica, sino que se lanza como acusación precisamente aquel rasgo que caracteriza al "cristianismo" secularizado. El "triunfalismo" del "compromiso" que exigen de la Iglesia con el siglo, con la destrucción de las "estructuras opresoras", con la actividad política orientada hacia ese fin, con la violencia ejercida no para expandir la Fe (cómo pudo pensar un Carlomagno) sino para suprimir el "opresor" dentro de la más pura dialéctica neohegeliana; si todos estos propósitos se logran, esta curiosa Iglesia debería sentirse "victoriosa", relativamente "triunfante" en el mundo y, como ya se ha dicho, cierto clero lograría instaurar el más odioso clericalismo de la historia. El nuevo monofisismo conduce, pues, al más radical y mundano triunfalismo.

3. Un pseudo profetismo y la praxis revolucionaria

El nuevo monofisismo subyacente en el proceso de secularización, orientado como está hacia la realización de valores socioeconómicos en la historia del hombre, necesita cierto criterio de interpretación del presente para poder visualizar el horizonte del futuro. Por ese motivo tiende también a secularizar y a proponer una nueva, curiosa y "existencial" idea de la profecía.

Pero antes, tengamos presente el recto concepto de profecía para poder medir el grado de desacralización de la profecía en diversos sectores del pensamiento contemporáneo. Sin olvidar que el pueblo de Dios participa del don profético de Cristo (profecía ordinaria), la profecía se refiere al futuro y se muestra en una predicción, que reposa en la autoridad infalible de Dios que revela; por eso no puede confundirse con la mera predicción. Todavía, de modo lato, puede decirse que se trata de una manifestación de la voluntad divina a los hombres; pero semejante manifestación es estrictamente sobrenatural, es verdadero conocimiento que se ha de comunicar (I Cor. 12,8) por medio de la locución; esta locución debe ser acompañada, como confirmación de su origen divino, por el milagro (p.e., Deut. 34, 10-11).

La profecía, en cuanto orientada al futuro, es escatológica y efectuada por el lumen divino que se extiende a la universalidad de las cosas; pero, en este caso, ese futuro al cual se refiere la profecía está allende las posibilidades de nuestro conocimiento natural. En cuanto se funda en la autoridad de Dios, no puede haber profecía falsa y, repito, no se confunde con el pronóstico, porque la profecía es siempre revelada; se trata, pues, de un conocimiento sobrenatural que se ha de comunicar, obtenido por revelación de Dios y acompañada o confirmada por el milagro.

Santo Tomás distinguió grados en el conocimiento profético (especio muy interesante para ser meditado en otra ocasión) pero, para él, la profecía es el conocimiento de una verdad sobrenatural obtenida por medio de una visión determinada (en el dominio de la imaginación) ya se dé en forma de sueño o de simple visión (2). Naturalmente, la profecía es esencial para el conocimiento del fin de la historia del hombre. Pero, para que no se nos diga excesivamente adheridos al pensamiento escolástico, he aquí la definición del profeta que nos propone Rahner, teólogo nada sospechoso de reaccionarismo: "(del griego = que habla por otro). En un sentido general propio de la teología fundamental, puede llamarse así al hombre que, acreditadamente, es portador de la revelación divina, y lo es de tal manera, que no sólo experimenta la autocomunicación 'graciosa' de Dios al hombre, sino que también la objetiva (la explica), correctamente y sin error, bajo la dirección y confirmación de Dios (—milagro), de forma acomodada a la situación que viene pre dada tanto en él como a su ambiente, y, obedeciendo al impulso divino, la anuncia a su mundo" (3).

El nuevo monofisismo metido en las entrañas de la Iglesia, necesita, como dije antes, de un criterio de interpretación del presente; en efecto, por eso se piensa que la profecía es "interpretación" en el sentido de "comprensión de un sentido de la realidad" desde el momento' que está veladamente anunciado en lo presente; el futuro es, pues, para estos "teólogos" un "progresivo horizonte escatológico, cómo progresiva realización del hombre"; naturalmente esa progresiva realización es "proceso de liberación".

De este modo, la profecía es "interpretación", pero interpretación es también hacer, es decir, "producir el acontecimiento" y, para el profeta, en terminología tomada del "profeta" Marx, la "interpretación surge de una praxis y está orientada a una praxis". De tal modo, "desconsagrando" las diversas épocas (en cada una de las cuales funciona la dialéctica oprimido-opresor, calco fiel de la dialéctica siervo-señor de Hegel) la historia es "proceso de cambio y transformación" hacia la epifanía de "un nuevo hombre".

Como ve el lector, el aspecto sobrenatural de la profecía como conocimiento ha casi desaparecido, diluido en una terminología imprecisa; nada se dice (por cierto) del carácter de revelada que tiene la profecía y mucho menos del necesario acompañamiento del milagro. Este concepto peregrino de "profecía" no solamente cercena lo esencial de la profecía reduciéndola a "interpretación" de la realidad en el horizonte del futuro escatológico, sino que altera su real sentido. Haciendo de la profecía un instrumento de la praxis transformadora de lo real (para emplear la terminología marxista). Se trata pues de una "interpretación" que surge de la praxis y genera una praxis; no es ya más una especial revelación sobrenatural de Dios confirmada por el milagro.

Este falso profetismo se autoafirma con una seguridad digna de una causa mejor; sus representantes ¿han recibido una revelación de Dios para que nos sea comunicada? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué signos nos ofrecen para que asintamos a su "revelación"? ¿Cómo saben que los ilumina el lumen divino? No era necesario tanto aparato teológico ni tantas afirmaciones gratuitas para concluir en "doctrinas" tan simplistas. De hecho, no ha servido más que para justificar la producción de "hechos proféticos" (sic) como, por ejemplo, en Navidad, suprimir la celebración de la Misa de medianoche con el fin de "mentalizar", con ese gesto, a la pobre gente que sufre una estructura de opresión... La supresión de la Santa Misa, un "hecho profético"!

Si este "profetismo" surge de una praxis y genera una praxis debe preguntarse para qué sirve. Pues sirve para "denunciar las injusticias" (cosa que ha hecho la Iglesia desde su fundación sin esperar a estos nuevos profetas); también sirve para "hacer política", en el pleno sentido de la palabra (y que) significa optar y luchar por un sistema (ya veremos cuál) que realmente haga surgir un 'hombre nuevo' y una 'sociedad nueva'.

Desde ese punto de vista, el nuevo monofisismo cree legítimo hacer política, pero se opuso escandalizado a la consagración de la Argentina al Inmaculado Corazón de María (30 de noviembre de 1969) por inadecuado y porque ese acto "iba a ser instrumentado políticamente". Es decir, eso era también "hacer política", pero desde otro punto de vista diverso del de ellos. Luego, sin detenerme a analizar el acto, lo importante es la contradicción en que se cae. Es política legítima denunciar (con hechos "proféticos") las llamadas "estructuras de opresión" y propugnar el compromiso político concreto; y es también "política" (pero ilegítima) la consagración del país a la Virgen María. Tratemos de ver, entonces, los motivos profundos de esta actitud general para descubrir los objetivos verdaderos de este nuevo y falso profetismo.

4. Al fin, e! verdadero objetivo: el socialismo marxista

Todo católico medianamente instruido sabe que la Iglesia ha condenado al capitalismo liberal y a! socialismo marxista.

Pero el pseudo profetismo que me ocupa parece identificar todas las formas políticas no coincidentes con el marxismo bajo el rótulo de capitalismo (al cual condena) y no se acuerda ni una sola vez de condenar al socialismo marxista.

Esto es una constante. En efecto, la reducción del Mensaje evangélico a la inmanencia del mundo, ha conducido a la necesidad de partir de la "realidad económica, social y política" del país y a la necesidad postulada de "definirse personal y colectivamente". Pero esta definición tiene más de la acción y compromiso exigido por los marxistas a sus aliados, que de la entrega de amor silencioso y cotidiano del hombre cristiano; por ese motivo, como se ha propuesto en una reunión de sacerdotes cuyos nombres son, por lo común, mantenidos en el anónimo, cada delegado diocesano debió exponer "un cuadro socioeconómico de su región y las situaciones de sometimiento que padecía la población"; este cuadro socioeconómico es siempre explicado por la dialéctica (en el fondo tan facilona) de oprimido-opresor; es lo que pasa con la educación explicada por la "contradicción educador-educando" superada en la "liberación en comunión" de los hombres entre sí, mediatizados por el mundo, como dice el brasileño Paulo Freire, cuyos libros, particularmente Pedagogía del oprimido se venden por centenares en Universidades católicas y nacionales. A partir del espectro "socioeconómico" del medio, siempre explicado por la dialéctica oprimido-opresor (en pugna con el Evangelio) reaparece (en la cada vez más increíble terminología que sustituye al verdadero pensamiento creador) la necesidad de "mentalizar" a la gente reconociendo que en el aquel cuadro existen diversos "niveles de concientización".

Pero lleguemos al meollo del propósito no siempre denunciado y sobre el cual bien podrían "profetizar": El objetivo del nuevo monofisismo es la instauración de la sociedad socialista y, por tal, entiéndase el socialismo marxista; en efecto, en un documento de sacerdotes publicado con motivo del secuestro y asesinato de un ex-Presidente argentino, y la destitución de otro, se sostiene que los hechos mismos deben ser explicados por "las contradicciones internas" del sistema; por eso (supuesta la realidad como contradicción) no se trata de sustituir unos hombres por otros, sino de un "cambio radical de todas las estructuras socio-políticas y económicas, sustituyendo al sistema capitalista vigente por un auténtico socialismo", poniendo el poder en "manos del Pueblo". Como semejante cambio (de las relaciones de clase, diría un marxista) puede implicar la violencia ("vía de las armas") el más vulgar terrorismo es considerado como una actividad ejercida por "elementos sanos y limpios de una juventud revolucionaria".

En toda la historia del pensamiento, solamente el marxismo propone esa explicación que supone la realidad social como oposición de contrarios; además, salta a la vista el atroz abstractismo del socialismo marxista (que tanto horroriza a Marcel) que se constituye luego en verdadero opresor y destructor de la persona; salta a la vista, en efecto, en la exaltación de la palabra "Pueblo" (con mayúscula siempre); semejante "Pueblo" no ha existido nunca (como no existe "la masa") sino esta comunidad concreta constituida por cada una de las personas en las cuales debo reconocer la imagen de Dios. Todo lo demás es, para un cristiano, un conjunto de meras abstracciones que tienen la mala costumbre de fagocitarse a la persona concreta.

Sostengo que el "hombre nuevo" que anuncian los nuevos "profetas" no es ya el hombre cristiano sino el hombre marxista que aparecerá al final de este proceso de "liberación" (o desalienación) como se expresa el utopismo de Marx y sus "cristianos" y tardíos discípulos de hoy.

Así, pues, se hace necesaria la revolución como paso de un tipo de sociedad antiguo (capitalismo) a otro nuevo (socialismo). Esta revolución debe destruir el sistema que no es otro que el "sistema liberal capitalista". Pero para esta sustitución del liberalismo no se propone, ni de lejos, la doctrina social de la Iglesia que Ella ha propuesto a sus hijos con todo el peso de su Autoridad, sino la sociedad socialista; para que ello sea posible "consideramos necesario erradicar definitivamente y totalmente la propiedad privada de los medios de producción" (27 de junio de 1969, Documento de los Coordinadores Regionales del Movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo). Hacia el marxismo (sin decirlo claramente) se encamina este nuevo monofisismo; no otra cosa será el proféticamente esperado "socialismo latinoamericano". Ante la evidencia de la contradicción entre la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y la enseñanza de la Iglesia (léase, entre otros múltiples documentos, las Encíclicas Quadragesimo anno y Rerum novarum y muy especialmente la Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II n?s 69-73) alguno ha querido inútilmente distinguir entre el derecho "abstracto" a la propiedad privada y el derecho "concreto", tal como se da en la sociedad capitalista... Pero no valen disimulos: La Iglesia, cuando habla de derecho, menta no un derecho "abstracto" sino aquél que surge, concretamente, de la misma naturaleza del hombre, aunque tengamos (como a todas las cosas) que expresarlas mediante la abstracción.

Lo real y verdadero es que el nuevo monofisismo modernista propone la supresión de la propiedad privada como medio para lograr !a sociedad homogénea "profetizada" por Marx, Engels y Lenín, autores de los "evangelios" sinópticos de muchos "cristianos" de hoy.

ALBERTO CATURELLI
Revista Mikael
Año 2 – N°4
Primer Cuatrimestre de 1974

(1) S. Th, II-II, 12,1.
(2) S. Th. II-II, 174,3.
(3) Diccionario Teológico, p. 586, Herder, Barcelona, 1966.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario