REHABILITACIÓN DE LA INTELIGENCIA
"Haz que jamás ejecute acciones sin sabiduría"
Santo Tomás de Aquino
La Verdad real y las apariencias de la verdad
Con el
propósito de que se pueda apreciar debidamente la diferencia entre
el real sentido de la Verdad que cultivaron las Universidades
medievales de nuestra tierra hispánica, y las bastardas imitaciones
de esa misma Verdad que nos envían, junto con los artefactos de su
técnica prodigiosa, las grandes potencias anglosajonas, vamos a
confrontar dos textos autorizados y representativos de una y otra
posición.
El
primero de los textos escogidos pertenece al Tratado sobre "La
Verdad" de Santo Tomás de Aquino; y el segundo a la conferencia
sobre "La concepción de la verdad según el pragmatismo"
que pronunciara el difundido filósofo y psicólogo norteamericano
William James, en el Lowell Instituto de Boston a fines de 1906 y en
la Columbia University de New York a comienzos de 1907. Y para que no
quede duda acerca del valor representativo de la concepción de W.
James, agregaremos un testimonio reciente del pedagogo yanqui John
Dewey.
Nos dice
Santo Tomás:
"Es
de una doble manera que una cosa puede ser perfecta. De una primera
manera, según la perfección de su propio ser que le conviene según
la especie propia. Pero como el ser específico de una cosa es
distinto del ser específico de otra, resulta que en toda cosa
creada, a la perfección que ella posee, le falta tanto de perfección
absoluta como perfección poseída en modo semejante, se encuentra en
las otras especies: esto significa que la perfección de cada cosa
considerada en sí, es imperfecta como parte de la perfección total
del Universo, que nace de la reunión de todas estas perfecciones
particulares.
Y para
que haya un remedio de esta imperfección, otro modo de perfección
se encuentra en las cosas creadas, según el cual la perfección
propia de una cosa, esa perfección misma, se encuentra en otra. Tal
es la perfección del que conoce en tanto que tal; pues en la medida
que conoce, lo conocido existe en él de una cierta manera. . .
Y según
este modo de perfección es posible que en una sola cosa particular,
exista la perfección del Universo entero".
Esto
quiere decir que el Universo todo cabe en una gota, siempre que sea
una gota de alma inteligente: la naturaleza racional y su cualidad de
conocimiento no son para el alma, un límite inexorable que la
encierra en ella misma y la excluye de los otros seres, tal
como la naturaleza específica y las cualidades sensibles son para
todos los seres corporales. Por el contrario, el conocimiento le
permite al alma llegar a ser todas las cosas conocidas sin dejar de
ser ella misma; la eleva a una existencia superior e ilimitada en la
cual es, por su propia actividad, ella misma y los otros.
Hemos
repetido mil veces la fórmula consagrada: la materia es
impenetrable. Y así es en efecto : la magnitud, el volumen, el
peso, la figura, la posición, el color, la dureza y las demás
cualidades sensibles son individuantes y excluyentes ; aislan,
dividen y rechazan a las cosas exteriores, las unas de las otras.
El
espacio es el lugar de la exterioridad, donde las cosas están fuera
de sí, en otro. El alma es el lugar de la interioridad donde el ser
está en intimidad consigo mismo y con el otro en tanto que es Otro.
Por esto es que el alma que conoce es inmaterial, transparencia
luminosa y límpida de su propio ser y del ser de las otras cosas; la
vida más excelente y la más alta conciencia.
La
Verdad es lo que es; la adecuación del intelecto a la cosa. La
Verdad declara la identidad de cada ser consigo mismo y esa misma
identidad en el alma que lo concibe. Si mi pensamiento es verdadero
acerca de lo que es el agua y la sal, el pan y el vino, el alma y el
cuerpo, entonces estos seres están en mi mente, en mis imágenes y
conceptos, tal cual ellos son en su real y propia existencia.
Si bien
el conocimiento intelectual se realiza por medio de representaciones,
su término y objeto no son las representaciones, sino el ser mismo
de las cosas conocidas. Hasta aquí Aristóteles y Santo Tomás.
Nos dice
William James en el texto que confrontamos:
"La
verdad es para nosotros un simple nombre colectivo definitorio de
los procesos de validación, al modo que la salud, la riqueza, la
fuerza, etc., son otros tantos: nombres de procesos relacionados con
la vida, también seguidos a causa de que su prosecución alcanza un
pago. La verdad es, pues, una construcción tal como la salud y la
riqueza, fabricada en el curso de la experiencia... Lo absolutamente
verdadero, en significación de aquello que no podrá alterar nunca
la experiencia ulterior, es un punto ideal que se esfuma y hacia el
que imaginamos convergerán algún día nuestras verdades temporales.
. . Entre tanto hemos de vivir de lo que hoy llamamos verdad, estando
dispuestos a llamarlo falsedad al día siguiente. La astronomía
ptolemaica, el espacio euclidiano, la metafísica escolástica fueron
expedientes que duraron siglos; más la experiencia humana se
ha elevado sobre aquellos límites y ahora denominamos estas cosas
solo relativamente ciertas, o ciertas dentro .de ciertos límites de
experiencia. Absolutamente son falsas, porque sabemos que aquellos
límites eran casuales y pudieron haber sido trascendidos por pasados
teorizantes exactamente al modo que lo son por los pensadores
actuales.
Nuestra
obligación de investigar la verdad constituye parte de nuestra
general obligación de hacer lo que tenga resultado. Los pagos que
aportan consigo las ideas verdaderas es lo único que nos impone como
deber seguirlas... La verdad no tiene especies diversas de exigencias
e imposiciones que la riqueza y la salud. Todas estas pretensiones
son condicionales: los beneficios concretos que ganamos son lo que
llamamos el cumplimiento de un deber",
Todo
comentario es obvio. El texto que acabamos de leer, se comenta por sí
solo y agota su explicación en la simple lectura. Es lícito y
conveniente pronunciar conferencias populares, pero la vulgaridad no
es lícita ni conveniente jamás.
La,
Verdad no es lo que es, insiste W. James en cada página; lo mismo
que antes hiciera su maestro John Stuart Mill y continúa su
discípulo John Dewey.
La
Verdad es lo útil, el buen éxito, la idea prácticamente eficaz
y hasta el límite de su eficacia experimental. Y de esta disminución
y envilecimiento de la inteligencia y de la Verdad, reducidas a la
medida del hombre, del hombre inferior de los apetitos y de las
necesidades materiales, resulta que la Verdad es un expediente y no
una plenitud; que es un medio y no un fin, un recurso del animal
superevolucionado y no la razón misma de la vida y de la muerte del
hombre.
Para la
concepción pragmática es un contrasentido y una insensatez la
existencia de la Verdad para servir; no puede haber otras verdades
fuera de las que sirven para usar, para un beneficio concreto, para
un pago en salud, riqueza, comodidad o poderío materiales. Por esto
es que el pedagogo yanqui Dewey continúa firmísimo en su sitial
privilegiado, repitiendo en su robusta ancianidad: "La Verdad
absoluta requiere absoluta obediencia. El reconocimiento de la
relación de las ideas filosóficas con las condiciones establecidas
por la experiencia, promueve, por el contrario, la intercomunicación,
el cambio y la interacción. Mediante estos procesos se modifican
estas diferencias de opinión en el sentido del consentimiento. Son
negociables" ("La Ciencia de la Educación").
Lo
prudente, pues, no es dividir la verdad del error, ni el bien del
mal, ni lo justo de lo injusto, sino acomodar un término con el otro
para llegar a un equilibrio como en la diferencia de precios.
Se trata
de abandonar toda intransigencia como inoperante y ceder un poco para
obtener la misma disposición en la otra parte. Así tendremos una
"ley de precios" para .las posiciones filosóficas e
ideológicas contrapuestas.
Es un
deber aclarar que existen en Norteamérica, reacciones fuertes y
rectamente inspiradas en contra de esa mentalidad disminuida y
servil. Una de ellas trascendió al público de Hispanoamérica con
motivo de la inauguración de los cursos de la Escuela Superior del
Magisterio en esta Ciudad de Buenos Aires, el 1 de agosto de 1944.
Veinte días después aparecía en la revista "Time", un
artículo titulado "Dewey Stands Firm", en defensa de la
corriente pedagógica que fuera examinada y rechazada en el Acto de
referencia; destacaba, al mismo tiempo, una oposición semejante en
los Estados Unidos, encabezada por el profesor Robert Maynard
Hutchins de la Universidad de Chicago.
Profesor Jordán Bruno Genta
Mártir de Dios y de la Patria
Conferencia magistral del 15 de abril de 1946.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario