De pluma ajena: La Verdad real y las apariencias de la verdad (08/2025)




REHABILITACIÓN DE LA INTELIGENCIA

"Haz que jamás ejecute acciones sin sabiduría"

Santo Tomás de Aquino 
La Verdad real y las apariencias de la verdad



Con el propósito de que se pueda apreciar debidamente la diferencia entre el real sentido de la Verdad que cultivaron las Universidades medievales de nuestra tierra hispánica, y las bastardas imitaciones de esa misma Verdad que nos envían, junto con los artefactos de su técnica prodigiosa, las grandes potencias anglosajonas, vamos a confrontar dos textos autorizados y representativos de una y otra posición.

El primero de los textos escogidos pertenece al Tratado sobre "La Verdad" de Santo Tomás de Aquino; y el segundo a la conferencia sobre "La concepción de la verdad según el pragmatismo" que pronunciara el difundido filósofo y psicólogo norteamericano William James, en el Lowell Instituto de Boston a fines de 1906 y en la Columbia University de New York a comienzos de 1907. Y para que no quede duda acerca del valor representativo de la concepción de W. James, agregaremos un testimonio reciente del pedagogo yanqui John Dewey.

Nos dice Santo Tomás:

"Es de una doble manera que una cosa puede ser perfecta. De una primera manera, según la perfección de su propio ser que le conviene según la especie propia. Pero como el ser específico de una cosa es distinto del ser específico de otra, resulta que en toda cosa creada, a la perfección que ella posee, le falta tanto de perfección absoluta como perfección poseída en modo semejante, se encuentra en las otras especies: esto significa que la perfección de cada cosa considerada en sí, es imperfecta como parte de la perfección total del Universo, que nace de la reunión de todas estas perfecciones particulares.
Y para que haya un remedio de esta imperfección, otro modo de perfección se encuentra en las cosas creadas, según el cual la perfección propia de una cosa, esa perfección misma, se encuentra en otra. Tal es la perfección del que conoce en tanto que tal; pues en la medida que conoce, lo conocido existe en él de una cierta manera. . .
Y según este modo de perfección es posible que en una sola cosa particular, exista la perfección del Universo entero".

Esto quiere decir que el Universo todo cabe en una gota, siempre que sea una gota de alma inteligente: la naturaleza racional y su cualidad de conocimiento no son para el alma, un límite inexorable que la encierra en ella misma y la excluye de los otros seres, tal como la naturaleza específica y las cualidades sensibles son para todos los seres corporales. Por el contrario, el conocimiento le permite al alma llegar a ser todas las cosas conocidas sin dejar de ser ella misma; la eleva a una existencia superior e ilimitada en la cual es, por su propia actividad, ella misma y los otros.

Hemos repetido mil veces la fórmula consagrada: la materia es impenetrable. Y así es en efecto : la magnitud, el volumen, el peso, la figura, la posición, el color, la dureza y las demás cualidades sensibles son individuantes y excluyentes ; aislan, dividen y rechazan a las cosas exteriores, las unas de las otras.

El espacio es el lugar de la exterioridad, donde las cosas están fuera de sí, en otro. El alma es el lugar de la interioridad donde el ser está en intimidad consigo mismo y con el otro en tanto que es Otro. Por esto es que el alma que conoce es inmaterial, transparencia luminosa y límpida de su propio ser y del ser de las otras cosas; la vida más excelente y la más alta conciencia.

La Verdad es lo que es; la adecuación del intelecto a la cosa. La Verdad declara la identidad de cada ser consigo mismo y esa misma identidad en el alma que lo concibe. Si mi pensamiento es verdadero acerca de lo que es el agua y la sal, el pan y el vino, el alma y el cuerpo, entonces estos seres están en mi mente, en mis imágenes y conceptos, tal cual ellos son en su real y propia existencia.

Si bien el conocimiento intelectual se realiza por medio de representaciones, su término y objeto no son las representaciones, sino el ser mismo de las cosas conocidas. Hasta aquí Aristóteles y Santo Tomás.

Nos dice William James en el texto que confrontamos:

"La verdad es para nosotros un simple nombre colectivo definitorio de los procesos de validación, al modo que la salud, la riqueza, la fuerza, etc., son otros tantos: nombres de procesos relacionados con la vida, también seguidos a causa de que su prosecución alcanza un pago. La verdad es, pues, una construcción tal como la salud y la riqueza, fabricada en el curso de la experiencia... Lo absolutamente verdadero, en significación de aquello que no podrá alterar nunca la experiencia ulterior, es un punto ideal que se esfuma y hacia el que imaginamos convergerán algún día nuestras verdades temporales. . . Entre tanto hemos de vivir de lo que hoy llamamos verdad, estando dispuestos a llamarlo falsedad al día siguiente. La astronomía ptolemaica, el espacio euclidiano, la metafísica escolástica fueron expedientes que duraron siglos; más la experiencia humana se ha elevado sobre aquellos límites y ahora denominamos estas cosas solo relativamente ciertas, o ciertas dentro .de ciertos límites de experiencia. Absolutamente son falsas, porque sabemos que aquellos límites eran casuales y pudieron haber sido trascendidos por pasados teorizantes exactamente al modo que lo son por los pensadores actuales.
Nuestra obligación de investigar la verdad constituye parte de nuestra general obligación de hacer lo que tenga resultado. Los pagos que aportan consigo las ideas verdaderas es lo único que nos impone como deber seguirlas... La verdad no tiene especies diversas de exigencias e imposiciones que la riqueza y la salud. Todas estas pretensiones son condicionales: los beneficios concretos que ganamos son lo que llamamos el cumplimiento de un deber",

Todo comentario es obvio. El texto que acabamos de leer, se comenta por sí solo y agota su explicación en la simple lectura. Es lícito y conveniente pronunciar conferencias populares, pero la vulgaridad no es lícita ni conveniente jamás.

La, Verdad no es lo que es, insiste W. James en cada página; lo mismo que antes hiciera su maestro John Stuart Mill y continúa su discípulo John Dewey.

La Verdad es lo útil, el buen éxito, la idea prácticamente eficaz y hasta el límite de su eficacia experimental. Y de esta disminución y envilecimiento de la inteligencia y de la Verdad, reducidas a la medida del hombre, del hombre inferior de los apetitos y de las necesidades materiales, resulta que la Verdad es un expediente y no una plenitud; que es un medio y no un fin, un recurso del animal superevolucionado y no la razón misma de la vida y de la muerte del hombre.

Para la concepción pragmática es un contrasentido y una insensatez la existencia de la Verdad para servir; no puede haber otras verdades fuera de las que sirven para usar, para un beneficio concreto, para un pago en salud, riqueza, comodidad o poderío materiales. Por esto es que el pedagogo yanqui Dewey continúa firmísimo en su sitial privilegiado, repitiendo en su robusta ancianidad: "La Verdad absoluta requiere absoluta obediencia. El reconocimiento de la relación de las ideas filosóficas con las condiciones establecidas por la experiencia, promueve, por el contrario, la intercomunicación, el cambio y la interacción. Mediante estos procesos se modifican estas diferencias de opinión en el sentido del consentimiento. Son negociables" ("La Ciencia de la Educación").

Lo prudente, pues, no es dividir la verdad del error, ni el bien del mal, ni lo justo de lo injusto, sino acomodar un término con el otro para llegar a un equilibrio como en la diferencia de precios.

Se trata de abandonar toda intransigencia como inoperante y ceder un poco para obtener la misma disposición en la otra parte. Así tendremos una "ley de precios" para .las posiciones filosóficas e ideológicas contrapuestas.

Es un deber aclarar que existen en Norteamérica, reacciones fuertes y rectamente inspiradas en contra de esa mentalidad disminuida y servil. Una de ellas trascendió al público de Hispanoamérica con motivo de la inauguración de los cursos de la Escuela Superior del Magisterio en esta Ciudad de Buenos Aires, el 1 de agosto de 1944. Veinte días después aparecía en la revista "Time", un artículo titulado "Dewey Stands Firm", en defensa de la corriente pedagógica que fuera examinada y rechazada en el Acto de referencia; destacaba, al mismo tiempo, una oposición semejante en los Estados Unidos, encabezada por el profesor Robert Maynard Hutchins de la Universidad de Chicago.

Profesor Jordán Bruno Genta

Mártir de Dios y de la Patria

Conferencia magistral del 15 de abril de 1946.  



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