¿Existe o no existe Dios? (06/2023)




Entre familiares y amigos encontraremos los que nos decimos católicos pero no somos ejemplo de nada, somos un cúmulo de errores y ni siquiera vamos a misa, los que se dicen católicos prácticos yendo a misa y luego apoyan ideologías anticatólicas, los que se dicen católicos pero bien lejos de los curas por vergüenza a ser tildados de pollerudos chupacirios, los que dicen no creer en nada pero viven como verdaderos cristianos, mucho mejor que nosotros y cada tanto miran de reojo al cielo, y finalmente, los que dicen no creer en nada y creen en cualquier pavada, de puro brutos nomás.

"Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa" decía Chesterton, y "Cuando no se quiere creer en Dios, es por comodidad o vagancia", diría yo.

Pensar requiere de humildad para estudiar primero, ya que debemos aceptar que otros más capaces ya pensaron antes que nosotros, sino será sólo un capricho, y más humildad después para escuchar las críticas, sino solo será una intrascendente polémica de bar.

La noción de Dios puede ser alcanzada perfectamente utilizando la razón, sin dogmatismo. Pero discutir la existencia de Dios cuando el otro no quiere tomarse el trabajo de pensar, es sí que será perder el tiempo y la salud.

El ejercicio es muy viejo, pero requiere del esfuerzo de prestar atención, leer cuidadosamente tratando de entender la propuesta y luego sí, intentar construir los razonamientos que la contradigan e invaliden. Siempre es recomendable escribir esos razonamientos y depurar los errores más comunes (ej.: falacias argumentativas). No deben convencer a nadie, ni por sí ni por no, es un ejercicio personal y el resultado también será personal.

Algunos no llegarán a reconocer la existencia de Dios, pero si reconocerán un "Diseño Inteligente" de la creación, otros no podrán afirmar la existencia y se plantarán en la duda porque tampoco podrán negarla. Si demostrar la existencia es imposible, demostrar la no existencia es aún peor. El resultado repito, es muy personal, y quizás, si les pareció interesante, se pueda seguir indagando. La búsqueda de la verdad es lo que nos hace verdaderamente libres. Yo sólo puedo presentarles "la punta del ovillo" y tengan en cuenta que

"Lo más increíble de los milagros es que ocurren".

(G.K. Chesterton)

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Sobre la existencia de Dios


Artículo 1: Dios, ¿es o no es evidente por sí mismo?


Objeciones por las que parece que Dios es evidente por sí mismo:

1. Se dice que son evidentes por sí mismas, aquellas cosas cuyo conocimiento nos es connatural, por ejemplo, los primeros principios. Pero, como dice el Damasceno al inicio de su libro, el conocimiento de que Dios existe está impreso en todos por naturaleza. Por lo tanto, Dios es evidente por sí mismo.

2. Se dice que son evidentes por sí mismas aquellas cosas que, al decir su nombre, inmediatamente son identificadas. Esto, el Filósofo en I Poster lo atribuye a los primeros principios de demostración. Por ejemplo, una vez sabido lo que es todo y lo que es parte, inmediatamente se sabe que el todo es mayor que su parte. Por eso, una vez comprendido lo que significa este nombre, Dios, inmediatamente se concluye que Dios existe. Si con este nombre se da a entender lo más inmenso que se puede comprender, más inmenso es lo que se da en la realidad y en el entendimiento que lo que se da sólo en el entendimiento. Como quiera que comprendido lo que significa este nombre, Dios, inmediatamente está en el entendimiento, habrá que concluir que también está en la realidad. Por lo tanto, Dios es evidente por sí mismo.

3. Que existe la verdad es evidente por sí mismo, puesto que quien niega que la verdad existe está diciendo que la verdad existe; pues si la verdad no existe, es verdadero que la verdad no existe. Pero para que algo sea verdadero, es necesario que exista la verdad. Dios es la misma verdad. Jn 14,6: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Por lo tanto, que Dios existe es evidente por sí mismo.

Contra esto: Nadie puede pensar lo contrario de lo que es evidente por sí mismo, tal como consta en el Filósofo, IV Metaphys. y I Poster. cuando trata los primeros principios de la demostración. Sin embargo, pensar lo contrario de que Dios existe, sí puede hacerse, según aquello del Sal 52,1: Dice el necio en su interior: Dios no existe. Por lo tanto, que Dios existe no es evidente por sí mismo.

Respondo: La evidencia de algo puede ser de dos modos. Uno, en sí misma y no para nosotros; otro, en sí misma y para nosotros. Así, una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto del sujeto, como el hombre es animal, ya que el predicado animal está incluido en el concepto de hombre. De este modo, si todos conocieran en qué consiste el predicado y en qué el sujeto, la proposición sería evidente para todos. Esto es lo que sucede con los primeros principios de la demostración, pues sus términos como ser - no ser, todo-parte, y otros parecidos, son tan comunes que nadie los ignora.

Por el contrario, si algunos no conocen en qué consiste el predicado y en qué el sujeto, la proposición será evidente en sí misma, pero no lo será para los que desconocen en qué consiste el predicado y en qué el sujeto de la proposición. Así ocurre, como dice Boecio, que hay conceptos del espíritu comunes para todos y evidentes por sí mismos que sólo comprenden los sabios, por ejemplo, lo incorpóreo no ocupa lugar.

Por consiguiente, digo: La proposición Dios existe, considerada en sí misma, es evidente por sí misma, ya que en ella sujeto y predicado son lo mismo, pues Dios es su mismo ser, como veremos (q.3 a.4). Pero, puesto que no sabemos en qué consiste Dios, para nosotros no es evidente, sino que necesitamos demostrarlo a través de aquello que es más evidente para nosotros y menos por su naturaleza, esto es, por los efectos.

A las objeciones:

1. Conocer de un modo general y no sin confusión que Dios existe, está impreso en nuestra naturaleza en el sentido de que Dios es la felicidad del hombre; puesto que el hombre por naturaleza quiere ser feliz, por naturaleza conoce lo que por naturaleza desea. Pero a esto no se le puede llamar exactamente conocer que Dios existe; como, por ejemplo, saber que alguien viene no es saber que Pedro viene aunque sea Pedro el que viene. De hecho, muchos piensan que el bien perfecto del hombre, que es la bienaventuranza, consiste en la riqueza; otros, lo colocan en el placer; otros, en cualquier otra cosa.

2. Es probable que quien oiga la palabra Dios no entienda que con ella se expresa lo más inmenso que se pueda pensar, pues de hecho algunos creyeron que Dios era cuerpo. No obstante, aun suponiendo que alguien entienda el significado de lo que con la palabra Dios se dice, sin embargo no se sigue que entienda que lo que significa este nombre se dé en la realidad, sino tan sólo en la comprensión del entendimiento. Tampoco se puede deducir que exista en la realidad, a no ser que se presuponga que en la realidad hay algo tal que no puede pensarse algo mayor que ello. Y esto no es aceptado por los que sostienen que Dios no existe.

3. La verdad en general existe, es evidente por sí mismo; pero que exista la verdad absoluta, esto no es evidente para nosotros.



Artículo 2: La existencia de Dios, ¿es o no es demostrable?



Objeciones por las que parece que la existencia de Dios no es demostrable:

1. La existencia de Dios es artículo de fe. Pero los contenidos de fe no son demostrables, puesto que la demostración convierte algo en evidente, en cambio la fe trata lo no evidente, como dice el Apóstol en Heb 11,1. Por lo tanto, la existencia de Dios no es demostrable.

2. La base de la demostración está en lo que es. Pero de Dios no podemos saber qué es, sino sólo qué no es, como dice el Damasceno. Por lo tanto, no podemos demostrar la existencia de Dios.

3. Si se demostrase la existencia de Dios, no sería más que a partir de sus efectos. Pero sus efectos no son proporcionales a Él, en cuanto que los efectos son finitos y Él es infinito; y lo finito no es proporcional a lo infinito. Como quiera, pues, que la causa no puede demostrarse a partir de los efectos que no le son proporcionales, parece que la existencia de Dios no puede ser demostrada.

Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 1,20: Lo invisible de Dios se hace comprensible y visible por lo creado. Pero esto no sería posible a no ser que por lo creado pudiera ser demostrada la existencia de Dios, ya que lo primero que hay que saber de una cosa es si existe.

Respondo: Toda demostración es doble. Una, por la causa, que es absolutamente previa a cualquier cosa. Se la llama: a causa de. Otra, por el efecto, que es lo primero con lo que nos encontramos; pues el efecto se nos presenta como más evidente que la causa, y por el efecto llegamos a conocer la causa. Se la llama: porque. Por cualquier efecto puede ser demostrada su causa (siempre que los efectos de la causa se nos presenten como más evidentes): porque, como quiera que los efectos dependen de la causa, dado el efecto, necesariamente antes se ha dado la causa. De donde se deduce que la existencia de Dios, aun cuando en sí misma no se nos presenta como evidente, en cambio sí es demostrable por los efectos con que nos encontramos.

A las objeciones:

1. La existencia de Dios y otras verdades que de Él pueden ser conocidas por la sola razón natural, tal como dice Rom 1,19, no son artículos de fe, sino preámbulos a tales artículos. Pues la fe presupone el conocimiento natural, como la gracia presupone la naturaleza, y la perfección lo perfectible. Sin embargo, nada impide que lo que en sí mismo es demostrable y comprensible, sea tenido como creíble por quien no llega a comprender la demostración.

2. Cuando se demuestra la causa por el efecto, es necesario usar el efecto como definición de la causa para probar la existencia de la causa. Esto es así sobre todo por lo que respecta a Dios. Porque para probar que algo existe, es necesario tomar como base lo que significa el nombre, no lo que es; ya que la pregunta qué es presupone otra: si existe. Los nombres dados a Dios se fundamentan en los efectos, como probaremos más adelante (q.13 a.1). De ahí que, demostrado por el efecto la existencia de Dios, podamos tomar como base lo que significa este nombre Dios.

3. Por efectos no proporcionales a la causa no se puede tener un conocimiento exacto de la causa. Sin embargo, por cualquier efecto puede ser demostrado claramente que la causa existe, como se dijo. Así, por efectos divinos puede ser demostrada la existencia de Dios, aun cuando por los efectos no podamos llegar a tener un conocimiento exacto de cómo es Él en sí mismo.



Artículo 3: ¿Existe o no existe Dios?



Objeciones por las que parece que Dios no existe:

1. Si uno de los contrarios es infinito, el otro queda totalmente anulado. Esto es lo que sucede con el nombre Dios al darle el significado de bien absoluto. Pues si existiese Dios, no existiría ningún mal. Pero el mal se da en el mundo. Por lo tanto, Dios no existe.

2. Lo que encuentra su razón de ser en pocos principios, no se busca en muchos. Parece que todo lo que existe en el mundo, y supuesto que Dios no existe, encuentra su razón de ser en otros principios; pues lo que es natural encuentra su principio en la naturaleza; lo que es intencionado lo encuentra en la razón y voluntad humanas. Así, pues, no hay necesidad alguna de acudir a la existencia de Dios.

Contra esto: está lo que se dice en Éxodo 3,14 de la persona de Dios: Yo soy el que soy.

Respondo: La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas.



1° Vía


La primera y más clara es la que se deduce del movimiento (nota: por movimiento lease cambio).

Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho, nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto.

De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro.

Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve.

En éste, todos reconocen a Dios.



2° Vía

La segunda es la que se deduce de la causa eficiente.

Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible.

En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última.

Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia.

Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera.

Todos la llaman Dios.



3° Vía

La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario.

Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan.

Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió.

Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso.

Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario.

Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2).

Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás.

Todos le dicen Dios.



4° Vía

La cuarta vía se toma de los grados que se encuentran en las cosas.

Pues se encuentra en las cosas algo más y menos bueno, y verdadero, y noble, y así otras cosas semejantes. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor.

Hay algo, por tanto, que es verísimo y óptimo y nobilísimo; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son máximamente verdaderas, son máximamente seres, como se dice en II Metaphys..

Pero lo que es máximamente tal en algún género es la causa de todas las cosas que son de ese género, como el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su ser, de su bondad, de cualquier otra perfección, y a éste le llamamos Dios.



5° Vía

La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas.

Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin.

Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente.

Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero.

Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin.

Le llamamos Dios.


A las objeciones:

1. Escribe Agustín en el Enchiridio: Dios, por ser el bien sumo, de ninguna manera permitiría que hubiera algún tipo de mal en sus obras, a no ser que, por ser omnipotente y bueno, del mal sacara un bien. Esto pertenece a la infinita bondad de Dios, que puede permitir el mal para sacar de él un bien.

2. Como la naturaleza obra por un determinado fin a partir de la dirección de alguien superior, es necesario que las obras de la naturaleza también se reduzcan a Dios como a su primera causa. De la misma manera también, lo hecho a propósito es necesario reducirlo a alguna causa superior que no sea la razón y voluntad humanas; puesto que éstas son mudables y perfectibles. Es preciso que todo lo sometido a cambio y posibilidad sea reducido a algún primer principio inmutable y absolutamente necesario, tal como ha sido demostrado.


Suma teológica

Santo Tomás de Aquino

Fuente AQUI


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Notas en el debate de las 5 vías de Santo Tomás

Quería dejar algunas reflexiones, sobre objeciones habituales con que nos hemos encontrado, cuando conversamos acerca de las pruebas de la existencia de Dios, específicamente las 5 vías de Santo Tomas. Disculpen si el conjunto resulta algo desordenado y disperso.

Pero antes, un breve repaso: En la mayor de sus obras, la Suma Teológica, Santo Tomás de Aquino hace una relación ordenada del conocimiento teológico común a su época, y lógicamente inicia por preguntarse si es posible demostrar la existencia de Dios, para luego examinar si Dios existe. Como era la costumbre en la academia medieval, el artículo en cuestión inicia explicando las tesis contrarias a las del autor, y así el Aquinate señala que sólo hay dos buenas razones para negar la existencia de Dios: que exista el mal y que todo parece funcionar sin necesidad de Dios. Luego pasa a exponer sus famosos 5 argumentos (a partir del movimiento, de la causa eficiente, de la contingencia de los seres, de los grados de perfección, y de las regularidades en la naturaleza) y finalmente responde las objeciones que había mencionado.

También debemos recordar que, a pesar de ser las más conocidas, estas no son las únicas demostraciones de la existencia de Dios –hay otras como el argumento cosmológico, el argumento ontológico y los argumentos morales, que han sido defendidos por grandes filósofos–, pero debido al rigor de Santo Tomás en su exposición, es habitual que los suyos sean los más discutidos. No siempre son expuestos con la precisión que amerita el trabajo de Santo Tomás, y nunca está demás repasarlos, así que aquí les dejo el enlace.

Otra aclaración indispensable apunta a tener claro qué está haciendo Santo Tomás al exponer estos argumentos. La Suma Teológica, tal como lo indica su nombre, es un resumen para estudiantes de teología, y por lo mismo no pretenden ser una explicación exhaustiva y autosuficiente de cada demostración, sino que presupone: una preparación filosófica, una lectura íntegra de la obra y un vocabulario altamente especializado por parte del lector. Lamentablemente estas condiciones no se encuentra comúnmente en los hombres y mujeres de nuestros días.

Hechas estas advertencias, vamos a lo nuestro:

1ª Vía, del movimiento:

No es cierto que todo sea movido por otro, porque la gravedad rompe este principio”.

Cuando escuchamos la premisa “todo lo que se mueve es movido por otro", seguramente la mayoría pensamos en esas enormes series de miles de fichas de dominó que van cayendo una tras otra en el piso de un gimnasio, para el Record Guiness. Sin embargo, aquí nos encontramos con el primer “problema de vocabulario” por decirlo de algún modo, porque en el léxico de la teoría aristotélica el “movimiento” no se refiere sólo a un cambio de lugar, sino a cualquier tipo de cambio.

Con esto en mente, queda claro que la premisa no es “todo lo que se mueve es empujado por otro", que parecería ser falso en el caso de los objetos que caen producto de la gravedad, sino más bien “todo lo que cambia, es cambiado por otro”, y entonces la premisa se sostiene, porque efectivamente el movimiento del objeto es provocado por otro, la fuerza de gravedad.

Por otro lado, no olvidemos que la fuerza de gravedad misma, aunque se ha medido y estudiado, todavía es un gran misterio, en el sentido que es totalmente desconocido el mecanismo que permite a un cuerpo atraer a otro, o deformar el espacio a su alrededor. Por eso, introducir el ejemplo de la gravedad como excepción a una premisa tan universal y fácilmente observable como la que plantea este argumento, equivale a traer una caja negra al debate: la verdad, no sabemos qué puede salir de ahí.

2ª Vía, de las causas eficientes:

Si bien es una posible que la cadena causal tenga inicio, no podemos descartar que sea una regresión infinita”.

Aquí nos encontramos en un grave dilema, porque, a pesar que esta segunda vía parece confirmadas por las modernas teorías del Big Bang, el mismo Santo Tomás sostiene que “la novedad del mundo no puede ser demostrada a partir del mismo mundo” (Ia C.46 a.2), sino que sólo conocemos que el mundo fue creado y no es eterno, por la revelación especial de Dios en ese sentido.

Curioso ¿no? Debo admitir que mi formación filosófica actual no me permite comprender perfectamente cuáles serían las razones para ello y por eso agradecería a algún visitante con la adecuada formación que me lo explicara.

Con todo, sí quiero proponer un breve argumento que, en mi opinión, permite demostrar que la regresión infinita es absurda y por lo tanto imposible, con lo que Dios quedaría como única opción de la cadena causal.

Si examinamos la posibilidad de una cadena causal infinita, nos encontramos con que esa posibilidad implica también un tiempo pasado infinito, a través del cual se debería extender la cadena, pues toda verdadera causa eficiente siempre es anterior en el tiempo a su efecto. A su vez, cuando examinamos con detención la idea de un tiempo pasado infinito, vemos que implica una contradicción de términos, porque por definición todo tiempo pasado ya no existe, y si existió en un momento, pero ya terminó, no puede ser infinito. Luego, puesto que la idea de un tiempo pasado infinito es absurda, no puede existir una cadena causal que se extienda infinitamente en el pasado.

Luego, la cadena de causas eficientes a que hace referencia la segunda vía no puede ser infinita, y debe tener un inicio.

3ª Vía, de la contingencia:

No es cierto que si algo existe siempre ese algo sea Dios, pues la energía no se crea ni se destruye, existe siempre”.

Esta objeción se basa en la primera ley de la termodinámica que dice “la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma", de lo que deducen que la energía podría ser ese ser necesario al que apunta esta demostración.

Para responderla, hay que recordar el hilemorfismo de Aristóteles, que es el sustrato filosófico que está detrás de las explicaciones de Santo Tomás y que, como decíamos al inicio, es indispensable conocer para saber qué nos quiere decir.

Brevemente, el hilemorfismo postula que todos los seres corporales están compuestos de materia y forma, de modo que para que exista una silla debe haber materia de silla (madera o metal) y forma de silla (cuatro patas, asiento). Ni la materia ni la forma por si solas resultan en una silla, se requiere de ambas cosas para que exista la silla en la realidad. Solo una vez que existe la silla, ella puede soportar otras características, llamadas accidentes, como el color, el peso y la altura de la silla, y ciertas relaciones como su distancia o velocidad.

(Ojo: No confundir materia y forma en el sentido físico con el sentido filosófico. En el hombre, por ejemplo, la materia es el cuerpo, y la forma es el alma o principio vital)

La distinción entre materia (madera) y forma (patas y asiento); y entre ser sustancial (la silla) y ser accidental (su peso) es fundamental para pensar correctamente en muchas cuestiones. En relación a la energía, debemos decir que no es un ser corporal como una silla o una roca, sino que es una característica que se encuentra en los seres corporales, ya sea en el movimiento de un motor, o en el calor de un objeto, y sólo puede existir en tanto existe en otro ser sustancial.

La ciencia está acostumbrada a hablar de materia y energía como si fueran reales, y eso nos ha dado grandes avances en tecnología. Pero en la realidad sensible, es claro que materia y energía sólo son abstracciones mentales, es decir, el producto de observar a las cosas parcialmente. Por eso, nadie puede decir “mira, ahí está la materia, sin forma” o “Esto es energía pura".

En concreto, para decir que la energía ha existido siempre, sería indispensable demostrar que los seres corporales (compuestos de materia y forma) han existido siempre, pues la energía no puede existir por sí sola, y ese es precisamente el punto de la tercera vía, que es evidente que no han existido siempre.

Por otro lado, aún si consideráramos la energía como algo real en sentido sustancial, tenemos que por la misma primera ley de la termodinámica, ella se transforma constantemente, es decir, cambia; y si cambia, es cambiada por otro, de modo que ella no puede tomar el lugar de Dios.

5ª Vía, del gobierno del mundo:

Pero la evolución demuestra que puede haber cosas al parecer diseñadas, que en realidad son producto del azar”.

En su popular libro The God Delusion, Richard Dawkins, confunde la quinta vía de Santo Tomás con el argumento del diseño de William Paley, popularmente conocido por su analogía del relojero. Los ateos suelen pensar que a medida que la ciencia avanza, la idea de Dios y la religión se retira de la realidad, quedando como una mera explicación arbitraria de aquello que no podemos entender.

Esto es lo que se conoce como el “dios de las grietas” (porque Dios queda reducido a las grietas que existen en el saber científico), y es una crítica válida. Si el día de mañana se descubriera como una especie se convierte en otra o en qué condiciones se originó la vida, y que ellas son producto de una causalidad natural, el argumento de Paley perdería fuerza.

Sin embargo, la 5ª vía no tiene nada que ver con aquellos aspectos de los procesos naturales que ignoramos, o con la complejidad de los entes biológicos, sino que se funda en lo que sabemos acerca del mundo, y las regularidades que observamos en él. Admitimos que este argumento no es fácilmente comprendida hoy en día, pues presupone la noción filosófica aristotélico tomista de causa final, como algo que forma parte de la esencia de los entes, lo que es negado por los materialistas.

Objeción general:

Si existiera un primer motor, o un ser necesario, no hay ninguna necesidad de concluir, como lo hace Tomás, que “en este todos reconocen a Dios”

Luego de un análisis detallado y sincero de la demostraciones de Santo Tomas, la respuesta habitual de los ateos es que algunas de ellas (habitualmente las tres primeras) son válidas, pero ese ser al que apuntan, puede ser la energía, o el universo u otra cosa, sin que exista necesidad alguna de que ese ser sea único, espiritual, inteligente, personal, bueno o cualquiera de las otras características que se atribuyen al dios cristiano, ni tampoco que se le pueda llamar Dios.

Aquí volvemos a la advertencia del inicio del post anterior, porque para entender las cinco vías, resulta indispensable tener presente que no son argumentos completos, sino breves resúmenes de los razonamientos, y parte de una obra mayor. Así, si vamos al texto de la Suma Teológica, encontramos que Santo Tomás, luego de establecer la existencia de Dios, examina la simplicidad, perfección, bien en general, bondad, infinitud, omnipresencia, inmutabilidad, eternidad, unidad, ciencia, amor, justicia y misericordia, y el poder de Dios, en cada caso con un promedio de 4 artículos por tema, y consignando en cada uno las objeciones, las razones y las respuestas a las objeciones.


Pato Acevedo

Ver publicaciones originales AQUI y AQUI

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El ocaso del ateísmo

El drama del humanismo ateo

El ateísmo suele ser presentado como un humanismo. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra “humanismo”, en su quinta acepción, significa: “sistema de creencias centrado en el principio de que las necesidades de la sensibilidad y de la inteligencia humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia de Dios y la predicación de las religiones.” Examinemos si ese principio del humanismo ateo es verdadero o falso.

Una de las necesidades principales del ser humano es la de conocimiento. Como escribió Aristóteles: “Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber.”[1]

Otra de nuestras necesidades principales es la de encontrar un sentido a la vida, el amor, el trabajo y el sufrimiento. El hombre es un ser en busca de sentido, mucho más que un ser en busca de placer o de poder.[2] Comento que esto encaja bien con la cita de Aristóteles: el hombre no desea sólo el conocimiento en general, sino que está muy interesado en conocer lo más esencial sobre sí mismo: ¿cuáles son su origen y su destino?, etc.

Además, hay en el hombre un deseo innato e irreprimible de felicidad. “Todos desean la felicidad unánimemente.”[3]

¿El humanismo ateo puede satisfacer los anhelos de conocimiento, sentido y felicidad que anidan en lo más profundo del ser humano? Hay muchas buenas razones para pensar que no. Veamos algunas.

Aunque algunos no lo crean, la ciencia ofrece un fuerte testimonio contra el ateísmo, pues nos muestra un mundo regido por leyes naturales expresables en términos matemáticos. Ahora bien, los entes matemáticos no son entes reales sino entes ideales. Podemos ver dos postes o dos tomates, pero nadie ha visto jamás al número dos en sí, más allá de los símbolos que lo representan. La matemática parece ser una obra de la mente. Sin embargo, la matemática, aplicada a la física, nos permite conocer los planetas, estrellas y galaxias y llevar a cabo con precisión viajes espaciales. ¡El universo tiene una estructura matemática! Pero ¿cómo sería eso posible si la matemática fuera sólo una construcción subjetiva? Respondo: porque el universo proviene de una mente mucho más poderosa que la mente humana, la Mente de un Creador que, entre otras muchas cosas, es un maravilloso matemático.

En cuanto al deseo humano de sentido, lo que ofrece el humanismo ateo es muy insatisfactorio y hasta patético: nuestra existencia no tendría ningún sentido objetivo. El hombre debería abandonar la búsqueda de sentido e intentar dar un sentido arbitrario a su vida y sus acciones. Este nihilismo de fondo intenta encubrirse a veces con el entusiasmo de las utopías políticas. Pero frente a la perspectiva cierta de la muerte se revela la inconsistencia de los “sentidos artificiales” (arbitrarios o ideológicos) de la existencia humana.

Las precedentes reflexiones desembocan en esta conclusión: ninguna de las dos grandes corrientes del humanismo ateo (el individualismo y el colectivismo) permite colmar el deseo humano de felicidad.

El individualismo afirma que cada individuo humano existe o debe existir para sí mismo, buscando exclusiva o primordialmente su propia felicidad. Empero, la doctrina individualista contraría una experiencia humana universal: el disfrute egoísta del placer, la riqueza, el poder o incluso el saber no da la felicidad. Todo eso es “vanidad de vanidades”, como dijo el Eclesiastés siglos antes de Cristo. La felicidad no está en el egoísmo.

Por su parte, el colectivismo afirma que el individuo humano existe o debe existir para la sociedad humana, como la hormiga para el hormiguero. Sin embargo, en el fondo todos sabemos que eso no es verdad. El colectivismo puede ser planteado en forma teórica, pero es invivible y muy insatisfactorio en la práctica. La historia de los totalitarismos del siglo XX lo demuestra ampliamente.

El humanismo ateo, incapaz de responder adecuadamente a las aspiraciones más profundas del hombre, tampoco puede dar un fundamento firme al orden social. Esto se puede apreciar de varias maneras, de las que mencionaré tres.

Primeramente, el humanismo ateo pretende defender la libertad del hombre, pero en última instancia la niega. Si sólo existe la materia, el hombre no es más que un conjunto de átomos; y los átomos no son libres, sino que se mueven según las leyes naturales. La libertad humana individual y las libertades políticas serían meras ilusiones.

En segundo lugar el humanismo ateo pretende defender la dignidad del hombre, pero en realidad la niega. Si el hombre es sólo un animal algo más evolucionado, entonces no hay ninguna diferencia sustancial entre un hombre y un gusano. El pretendido “humanismo” ateo ha dado lugar al inquietante movimiento “animalista” actual.

Y en tercer lugar, el humanismo ateo pretende defender los derechos humanos, pero en verdad niega su fundamento. Si Dios no existe, no hay deberes absolutos; y, dado que mis derechos no son más que los deberes de los demás para conmigo, tampoco hay derechos absolutos, naturales e inalienables, sino sólo derechos concedidos o negados por mayorías circunstanciales.

Por todo esto y mucho más, es necesario y urgente superar el “humanismo ateo”. En las siguientes dos secciones, intentando aportar algunos elementos para esa superación, criticaré dos nociones muy caras a muchos ateos contemporáneos: el multiverso y la epistemología evolutiva. Y en la sección final plantearé una breve reflexión sobre la relación entre el ateísmo y el pecado.

El multiverso, último refugio del ateísmo

Hacia 1966, cuando empezó a emitirse la serie de televisión Star Trek, muchos creían que había cientos de miles de planetas habitados en la Vía Láctea y que las civilizaciones extraterrestres pululaban en nuestra galaxia. Esas conjeturas tan “optimistas” sobre la vida extraterrestre han sido en gran parte reemplazadas por un mayor escepticismo, por las razones que expondré a continuación.

Aunque todavía hoy la mayoría de los científicos piensa que los seres humanos no ocupamos una posición física o metafísica privilegiada en el cosmos, esa opinión tiende a debilitarse, porque existe un cúmulo creciente de evidencias científicas que indican que nuestro planeta es excepcional y probablemente rarísimo con respecto a su habitabilidad. Acerca de esto, aquí me limitaré a afirmar que no es cierto que la Tierra sea un planeta ordinario, ni que el Sol sea una estrella ordinaria, ni que el Sistema Solar sea ordinario, ni que la posición del Sistema Solar en la Vía Láctea sea ordinaria, ni que la Vía Láctea sea una galaxia ordinaria. Muchas características a priori altamente improbables de la Tierra, el Sol, el Sistema Solar y (en menor grado) la Vía Láctea hacen que la Tierra sea un lugar habitable.

Me detendré en otro punto interesantísimo: también el universo en su conjunto presenta características a priori altamente improbables que hacen posible la existencia de la vida en la Tierra. Esto se puede afirmar gracias al descubrimiento, en la segunda mitad del siglo XX, de la sintonía fina del universo.

Hoy se sabe que unas veinte o más constantes físicas fundamentales[4] exhiben una sintonía finísima, a tal punto que parecen haber sido ajustadas con un nivel de exactitud casi inconcebible para hacer posible la vida en el universo. Si cualquiera de esas constantes físicas fundamentales fuera significativamente mayor o menor, el resultado sería un universo ordenado pero incompatible con la vida, o bien un universo caótico, en el que sería imposible la vida. La sintonía fina del universo sugiere abrumadoramente la idea de un universo diseñado para la vida. Hay dos formas de eludir esa impresión abrumadora de diseño inteligente: una de ellas apela a la necesidad y la otra al azar. Considerémoslas una a una.

Necesidad. Algunos científicos piensan que, aunque en apariencia muchas constantes físicas fundamentales son independientes entre sí y tienen valores contingentes, en realidad, por razones que desconocemos, todas esas constantes están relacionadas entre sí y sus valores son necesarios. Esos científicos esperan que una futura teoría unificada de la física relacione todas las fuerzas y constantes físicas fundamentales. Empero, aparte de que esa teoría unificada no es más que un deseo o proyecto subjetivo, esa unificación equivaldría a sustituir las veinte o más constantes fundamentales conocidas por una sola; pero también esa única constante exhibiría un ajuste fino que requeriría una explicación.

Azar. Para intentar eludir las consecuencias teológicas de la sintonía fina del universo, cada vez más pensadores ateos se aferran a la única opción restante: la hipótesis del “multiverso”. Existirían numerosísimos o infinitos universos, cada uno con sus propias variantes de las leyes de la física. A través de una especie de “selección natural cosmológica” se originaría necesariamente un universo (el nuestro) con la sintonía fina necesaria para permitirle albergar vida inteligente. Gracias al concepto de multiverso, se lograría volver a sustentar la vapuleada idea de nuestra propia mediocridad: nuestro universo no tendría un status especial dentro del multiverso. El “efecto selección” explicaría por qué estamos en este universo finamente ajustado para la vida, y no en otro.

Contra la fuga atea hacia el multiverso se pueden esgrimir muchas razones fuertes, entre ellas las siguientes:

1 · No hay ninguna evidencia científica de otros universos.

2 · Más aún, el multiverso no es una hipótesis científica, porque es totalmente inverificable. Siempre será imposible ponerla a prueba u observar los otros supuestos universos.

3 · La hipótesis del multiverso, además de ser arbitraria, viola espectacularmente el principio epistemológico conocido como “la navaja de Ockham”: no se debe multiplicar los entes sin necesidad.

4 · Si los múltiples universos no tienen relaciones causales entre sí, entonces no explican por qué nuestro universo existe y tiene las sorprendentes propiedades que tiene. Y si los múltiples universos tienen relaciones causales entre sí, no se logra más que hacer retroceder el problema un nivel: habría que explicar por qué el “proceso creador de universos” exhibe un ajuste fino.

5 · Con la matemática y la metafísica clásicas, y contra la aritmética transfinita de Cantor, es muy razonable pensar que es imposible que existan infinitos universos (o infinitas estrellas, infinitos átomos, etc.), dado que el infinito no es un número.

6 · Por último, también el multiverso necesitaría una causa. No basta postularlo.

La duda horrible de Darwin

El 3 de julio de 1881, en una carta a William Graham, Charles Darwin escribió lo siguiente: “Pero entonces siempre surge en mí la duda horrible de si las convicciones de la mente del hombre, que se ha desarrollado a partir de la mente de los animales inferiores, son de cualquier valor o dignas de confianza en absoluto. ¿Confiaría alguien en las convicciones de la mente de un mono, si es que hay alguna convicción en tal mente?” Estas palabras de Darwin son una excelente objeción a una doctrina filosófica basada en la teoría darwinista de la evolución: me refiero a la “epistemología evolutiva”, que a los efectos de este artículo definiré como la teoría que sostiene que el conocimiento mismo evoluciona por selección natural.

El filósofo Daniel Dennett, uno de los principales exponentes del llamado “nuevo ateísmo”, ha afirmado que la teoría darwinista de la evolución es un “ácido universal”, que corroe todo aquello en lo que creíamos (incluso la religión) y las formas en que mirábamos el mundo. A diferencia de Darwin, a quien esa idea lo afligía, al parecer Dennett no llegó a comprender que ese “ácido universal” se corroe también a sí mismo.

La epistemología evolutiva implica que no tenemos algunas ideas por verdaderas porque sean realmente verdaderas, sino porque el mecanismo de la evolución darwinista (las mutaciones genéticas aleatorias más selección natural) ha hecho prevalecer esas ideas en nuestras mentes, debido a sus ventajas adaptativas para la especie humana, o sea porque fomentan la supervivencia y la reproducción de los seres humanos. Por ejemplo, hasta hace pocos siglos casi todos los hombres creían en Dios, pero –según la corriente de pensamiento que estoy describiendo– no porque Dios existiera, sino porque la evolución biológica les hizo creer que existía. Los darwinistas ateos tienden a pensar que, ahora que el ser humano ha tomado en sus manos la dirección de su propia evolución, ya no necesita la ayuda de las ideas religiosas; aunque (y esto es una digresión) no es fácil ver por qué la religión habría perdido sus “ventajas adaptativas”.

No es posible hacer que concuerden la epistemología evolutiva y la epistemología realista, la que sostiene la validez objetiva de los conocimientos humanos. Es fácil imaginar ideas que, a pesar de que en la hipótesis de la filosofía darwinista no tienen ninguna validez objetiva, otorgan ventajas evolutivas a los seres humanos que las tienen por verdaderas. Por ejemplo, según esa filosofía no existe realmente el pecado; sin embargo, la idea de que el suicidio es un pecado mortal presenta obvias y notables ventajas para la supervivencia y la reproducción de los individuos que la sostienen.

Por lo tanto, es inevitable que la epistemología evolutiva sea auto-contradictoria. Por un lado los epistemólogos evolutivos piensan que la epistemología evolutiva es verdadera, o sea que describe cómo son las cosas realmente. Por otro lado, aplicando la epistemología evolutiva a sí misma, se deduce que ellos no creen en la epistemología evolutiva porque sea verdadera, sino porque la evolución biológica los ha movido a pensar así, debido a las ventajas adaptativas que les confiere.

Más aún, si la epistemología evolutiva fuera verdadera, también la propia teoría científica de la evolución —y no sólo sus consecuencias o adherencias filosóficas— sería un mero producto de la evolución, no una descripción objetiva de la historia natural. La epistemología darwinista se destruye a sí misma. En las mismas palabras de Darwin, no hay necesidad de confiar en las ideas de un animal más desarrollado que los animales inferiores ni siquiera cuando se trata de la idea de que el hombre no es más que un animal más desarrollado que los animales inferiores.

Algunos filósofos intentan salvar a la epistemología evolutiva diciendo que la teoría de la evolución no nos dice cómo ocurrieron las cosas realmente, pero es coherente en sí misma y con nuestras experiencias. Sin embargo, no hay coherencia en esta forma de pensar, porque implica que por un lado afirmemos la realidad objetiva de la evolución y por otro lado la neguemos. Sería la idea de la evolución, y no la realidad de la evolución, la que nos hace creer en la idea de la realidad de la evolución. La “duda horrible” de Darwin se presenta como un callejón sin salida para el pensamiento darwinista.

Gracias a Dios, los llamados callejones sin salida siempre tienen una salida, aunque no hacia adelante, sino hacia atrás. La única forma de salir del mentado callejón darwinista es volver al realismo metafísico. Se puede aceptar una teoría de la evolución biológica si a la vez se acepta que hay en el hombre una facultad (la inteligencia) que le permite captar conceptualmente la verdad de lo real; pero un hombre con una facultad así es mucho más que un manojo de átomos y mucho más que un animal más desarrollado. Es algo que pertenece a un orden de cosas enteramente distinto: es una persona.

Ateísmo y pecado

La tentación de vivir de un modo amoral amenaza no sólo a los no creyentes, sino también a los creyentes. Sin embargo, el cristiano tiene mejores defensas contra esa tentación que el ateo, porque cree en una obligación moral absoluta y en una sanción moral eterna. En cambio el ateo no puede dar un fundamento racional sólido a las normas morales universales que prohíben (por ejemplo) el homicidio, el adulterio, el robo o la mentira. “Si Dios no existe, todo está permitido.”[5] Sin un Ser Absoluto, no puede existir el orden moral objetivo; en ese caso, para orientar la conducta, sólo tendríamos las leyes positivas, las convenciones sociales y los cálculos utilitaristas. Pero el utilitarismo desfigura la vida moral. Por lo demás, en términos objetivos (con buena o mala intención), el ateísmo mismo es pecado: un pecado contra la fe.

Con Dios o sin Dios todo cambia. Por ejemplo, cambia la noción de ser humano. El cristiano considera al ser humano como una unidad sustancial de cuerpo material y alma espiritual, un ser inteligente y libre, creado por Dios a imagen y semejanza Suya, por amor, para que conozca y ame a Dios y a los demás seres humanos. En cambio el materialista considera al ser humano como un mero animal algo más evolucionado que los otros animales, y en el fondo como un simple conjunto de átomos, cuya existencia no tiene ningún sentido absoluto. Según él, no somos otra cosa que hijos no deseados de la fría Madre Naturaleza. Esa forma de pensar conduce fácilmente a sostener el ideal de un ser humano sin compromisos absolutos. Si el hombre es sólo un producto del azar, sin un fin último objetivo, probablemente le convenga pasar su efímera vida buscando exclusivamente su propio placer.

No es posible obrar bien sin antes pensar bien. El ateísmo tiende intrínsecamente a la deshumanización. Quien cree que el ser humano es un simple conjunto de átomos o un mero animal algo más evolucionado se sentirá tentado a tratar a los demás como cosas o animales. La conducta ética de los no creyentes de buena voluntad (que sin duda existen) subsiste en un equilibrio inestable: dado que no piensan como viven, corren el riesgo de terminar viviendo como piensan. Benedicto XVI resumió claramente este asunto: “Una mentalidad que se ha ido difundiendo en nuestro tiempo, renunciando a cualquier referencia a lo trascendente, se ha mostrado incapaz de comprender y preservar lo humano. La difusión de esta mentalidad ha generado la crisis que vivimos hoy, que es crisis de significado y de valores, antes que crisis económica y social. El hombre que busca vivir sólo de forma positivista, en lo calculable y en lo mensurable, al final queda sofocado. En este marco, la cuestión de Dios es, en cierto sentido, ‘la cuestión de las cuestiones.’ Nos remite a las preguntas fundamentales del hombre, a las aspiraciones a la verdad, la felicidad y la libertad ínsitas en su corazón… El hombre que despierta en sí mismo la pregunta sobre Dios se abre a la esperanza, a una esperanza fiable, por la que vale la pena afrontar el cansancio del camino en el presente.”[6]

DANIEL IGLESIAS GRÈZES

Publicación original AQUI



  1. Metafísica 1, 1.
  2. Cf. Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido.
  3. San Agustín, De Trinitate, XIII.
  4. Por ejemplo, la constante gravitatoria de Newton.
  5. Fiodor Dostoievski, Los hermanos Karamazov.
  6. Papa Benedicto XVI, 25 de noviembre de 2011.

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El debate sobre la existencia o no de Dios es uno de los más lindos, le demandó y le demandará siglos a la humanidad toda, y nos demandará la vida entera a nosotros.

Dios se apiade de nuestras neuronas y de la saliva vertida en trasnoches interminables y nos otorgue la Gracia de la Fe. Les aseguro que se hace más fácil, solo requiere entregarse.

Pero debo ser honesto y advertirles, si por casualidad llegaran a cambiar de idea, y Dios mediante, llegaran a creer en Él, lo que sigue no será un jardín florido con cantos de pajaritos. 

Amar a Dios es aún más difícil que reconocer su existencia, lo traicionarán una y otra vez, se sentirán muy mal y llorarán muchas veces, y cuando, perdón mediante, logren recuperarse, el buen creador los recompensará enviandoles una cruz más pesada. Sin embargo, cantarán entrando a la arena del Coliseo o a la que les toque, serán libres y portadores de la Verdad. La felicidad es otro capítulo.

Para no perder la cordura, les pido conservar el buen humor. Obviamente aceptaré las réplicas con caballerosidad.

El Credo del incrédulo
Creo en la Nada Todoproductora, d’onde salieron el cielo y la tierra.
Y en el Homo Sapiens, su único Rey y Señor,
que fue concebido por Evolución de la Mónera y el Mono.
Nació de la Santa Materia,
bregó bajo el negror de la Edad Media.
Fue inquisicionado, muerto, achicharrado,
cayó en la miseria,
inventó la Ciencia,
y ha llegado a la Era de la Democracia y la Inteligencia.
Y, desde allí, va a instalar en el mundo el Paraíso Terrestre.
Creo en el Libre Pensamiento,
la Civilización de la Máquina,
la Confraternidad Humana,
la Inexistencia del pecado,
el Progreso Inevitable,
la Putrefacción de la Carne
y la Vida Confortable.
Amén.
P. L.Castellani


¡Qué Dios nos ayude a “pensar la patria”!







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